Se impone una profunda revisión

Se impone una profunda revisión

Nadie puede ocultar que el país se encuentra inmerso en una situación de pronóstico reservado. La gravedad de la situación ha obligado a movilizar las mas diversas inquietudes no solo de los sectores que mantienen una activa presencia política sino también de otros que tradicionalmente han mostrado un comportamiento pasivo frente al quehacer político nacional. En ese sentido, el martes de la semana pasada el Concilio Evangélico hizo públicas unas reflexiones en las cuales se plantea que el país se encuentra inmerso en un panorama «tétrico, deprimente y angustioso», por lo que considera necesario buscar la forma de restablecer la esperanza y tranquilidad entre los ciudadanos.

Al día siguiente, la Conferencia del Episcopado Dominicano dio a conocer un documento en el que arzobispos y obispos le plantearon al gobierno que, ante la emergencia económica que vive el país se impone una profunda revisión de cuanto han sido los cursos de acción seguidos, a todos los niveles, incluida la evaluación de los actuales funcionarios. La reflexión de la Conferencia del Episcopado le señalaba al gobierno la necesidad de desechar actitudes sectarias, promover la presencia de refrescantes figuras, altamente calificadas y comprometidas con enderezar el rumbo de la nación, sin temer a gente extra partido o apolítica que tenga amor a la patria.

Todas estas reflexiones reflejan lo que son preocupaciones sentidas por todo el mundo en este país y que ya forman parte de la cotidianidad dominicana. La inmensa mayoría de los dominicanos cree que el gobierno ha perdido el control de la situación y que no está en capacidad de enfrentar los problemas. La inmensa mayoría de los dominicanos cree que el presidente Hipólito Mejía no se está ocupando de los graves males económicos y sociales que acosan al país. La generalidad de ciudadanos, y de todos los analistas de temas políticos y económicos, coinciden en señalar que el afán de Hipólito de repostularse, “en contra de todas señales racionales”, ha introducido una serie de elementos que han contribuido a acentuar los problemas de la economía y por lo tanto ha terminado convirtiéndose en un factor generador de incertidumbre.

La señal más clara de la incertidumbre que pesa sobre la marcha de la economía dominicana la tenemos en la evolución de la tasa de cambio. La cotización del dólar norteamericano se ha trepado por encima de los cuarenta puntos, acusando una tendencia marcadamente inquietante que se expresa en una notoria escasez de la moneda norteamericana. Esta situación supone efectos en cascadas con impactos harto negativo para la economía popular. Al ritmo que va la devaluación del peso es previsible que la tasa de inflación al terminar este año supere las proyecciones que se habían hecho hasta ahora. Los precios de la canasta familiar siguen registrando incrementos notables, y los medicamentos acusan unos niveles de precios que convierte el enfermarse en una opción prohibitiva.

En medio de este panorama los dominicanos se enfrentan a situaciones que nos hacen recordar los tenebrosos días vividos durante la crisis ocurrida durante la segunda mitad de 1990. Ya, largas filas de ciudadanos mantienen prolongadas esperas, a veces de hasta dos días, buscando obtener GLP, el combustible fundamental para el uso domestico. Lo mismo ocurre con los chóferes de carros de transportes públicos, convertidos para operar con GLP, que deben dejar de laborar para realizar interminables vigilias en procura del combustible. Los precios de los combustibles ya sobrepasan las cuotas que los deprimidos salarios de los ciudadanos pueden asignar. Son expresiones de una profunda y sostenida crisis estructural, que va de lo económico a lo social, y que comienza a tomar expresiones políticas.

Pero es en los hospitales dominicanos donde se puede apreciar con todo su crudeza la magnitud de la crisis dominicana. El periódico HOY dio cuenta la semana pasada de informaciones lastimosas como la de que, en el hospital Doctor Antonio Musa, de San Pedro de Macorís, los pacientes mueren por falta de medicamentos, las salas de cirugía están cerradas, los ascensores dañados y hace más de tres semanas que no se hacen cirugías electivas, según declararon directivos del Colegio Medico Dominicano (CMD) y delegados del centro de salud, quienes señalaron que hace cuatro meses que la Secretaría de Salud Pública no le entrega los fondos del subsidio al hospital regional más grandes de la zona Este del país.

La prensa también dio cuenta de una situación que en cualquier país organizado del mundo lo menos que debió producir fue la renuncia del Secretario de Salud Pública. Se trata de la muerte de diez bebes porque las incubadoras estaban dañadas. Este hecho no les ha quitado el sueño a las autoridades gubernamentales. Están en otra cosa. Al finalizar la semana, los médicos del hospital Pedro E Marchena denunciaban que trabajan sólo con papel y lápiz, que atienden a los pacientes, pero los mandan a sus casas con las manos vacías.

Están lejos los días en que se podía hablar de gobierno con rostro humano. El tiempo se ha encargado de mostrar todo lo contrario y hoy el país se encuentra en una posición sumamente critica, viviendo en medio de una crisis que está a punto de producir una postración colectiva. Es por eso que se impone una profunda revisión.

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