Se me antoja

Se me antoja

POR MARIVELL CONTRERAS
Más allá de los  discursos, la palabra

Gracias a la generosidad de Yaqui tuve la oportunidad de leer entre las últimas semanas del 2005 y principios del 2006 el libro Los Discursos del poder.  Palabras que cambiaron el curso de la historia.

Este libro editado en Barcelona por Belaqva de ediciones y publicaciones es un lujo que cualquiera, interesado en la historia del mundo, de sus pueblos y de sus hombres, disfruta.

La introducción de este libro, de 588 páginas, estuvo a cargo de Sabino Fernández Campo, quien destaca la importancia de la palabra como representación de lo que dice, significa o se quiere conseguir con ella.

Cita a James Joyce cuando dijo «temo esas grandes palabras que nos hacen tan infelices» y a Eugene Ionesco con «oh palabra cuántos crímenes se cometen en tu nombre».

Y una sigue leyendo y viendo cómo con palabras altisonantes o sencillas, sinceras o solapadas se ocultaron cosas que debíamos saber o se dijeron otras que inocentemente nos deslizaron por un laberinto de maldad y perdición.

Creo que la mejor forma de conocer a un personaje y el contexto histórico de un determinado hecho es leyendo –como si uno las estuviera oyendo- las palabras con que se incitó a tomar una decisión u otra.

Palabras que nos llevaron a la guerra quitándonos la paz.  Palabras que justificaban lo injustificable y que en su momento ganaron su objetivo –como las arengas de Hitler que lo llevaron a conformar el ejército Nazi y a llenar de oprobio, dolor y verguenza a toda la humanidad-.

Ya es tan habitual que deje rodar las lágrimas por mis mejillas cuando me emociono que no tengo necesidad de confesar mi debilidad.

Me impresionó leer el discurso de Mandela cuando salió de la cárcel; me volví a solidarizar y a entender a Simón Bolivar y creo que hay que rescatar su pensamiento como única salvación para Latinoamérica –unida o vencida-.

Me colocó hasta el borde de la locura y la rabia la insolencia de Mussolini.  O la falsedad con que Stalin se hizo del legado de Lenin.  La defensa apasionada y sin dudas sincera de Eva a su Perón. El discurso de asunción del Rey Juan Carlos I y con qué palabras retoma su compromiso en el 2000 con motivo de conmemorarse el vigésimo quinto aniversario de su proclamación.

«Es cierto que el país que heredamos es hoy, gracias al esfuerzo de todos, una España mejor…», decía el rey.  Y como si fuera poco mencionaba la marginalidad y la exclusión social de los inmigrantes como problemas que por consenso debe superar el pueblo español junto a todas sus instituciones.

Seguí cada una de las alocuciones de Salvador Allende mientras caía su gobierno y perdía su vida en el Palacio de la Moneda.  Las palabras con la que el Ché se despidió de Fidel y la forma en que este justifica su permanencia en el gobierno cubano.

Y cuando Susan B. Anthony se preguntaba si las mujeres eran personas (1873).  Es que ha llovido tanto desde que William Pitt Jr. Se pronunciaba contra la trata de negros, o de cuando Robert Kennedy le tuvo que decir a un conglomerado negro que unos blancos habían matado a Luther King que uno tiene que saber que hay cosas que a veces cambian y otras que sólo parecen cambiar –cambia la forma, no el fondo-.

Es bueno saber lo que Albert Einstein pensaba de la bomba atómica y que los días más duros de la humanidad aún están por venir…

Son palabras, párrafos y testimonios que por encima de la verdad de sus sustentadores cuentan otra verdad del ayer que nos puede servir hoy y en el futuro también.

www.marivellcontreras.com

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