Se me antoja

Se me antoja

POR MARIVELL CONTRERAS
Un perro se para frente a mí, me mira. Sus ojos reflejan un pesar que encuentra compasión y comprensión en los míos. Tras unos segundos en que él fue humano y yo animal. Su cuerpo volteó y tras unos pocos pasos lo único que quedó ante mí fue su rabo que se movía de un lado a otro como si el vals estuviera llegando a su final.

Pregunté a mis anfitriones el nombre del perro y no lo sabían. Pero sabían el nombre de su dueño, el loco Fabián. No tuvieron que darme más explicaciones para saber que los perros de los locos no necesitan tener nombres, tampoco el de los pobres. Los perros de casas con apellidos y dinero son perros con linajes y nombres propios que pueden hasta ser heredados por sus siempre bien cuidados y encastados hijos.

Fabian, si tiene nombre, porque fue una persona antes de ser un loco. Era una joven bastante extraño, aún antes de que alguien pudiera suponer que iba a terminar fuera de las razones de este mundo.

Estudiaba mucho y discutía sobre el capitalismo histórico, sobre el materialismo moderno y sobre la necesidad de que los hijos de nadie disfrutaran de las bondades de la tierra y tuvieran los mismos derechos y las mismas oportunidades que los hijos de los pequeños zares repartidos en su pobre país disfrazados de colones, ganaderos, empresarios agrícolas y funcionarios del gobierno.

Esto le acarreó muchos problemas porque este no era simplemente un estudiante progre sino un muerto de hambre con ínfulas de proletario. Era un secreto común que no paraba de leer a ninguna hora del día o de la noche y se convirtieron en una pesada carga las constantes citas de Marx si de política se trataba o si de la simple vida o la literatura, que trajera a colación a La madre de Máximo Gorki o la triste realidad que se hacían metafóricos cuentos en Los Hermanos Grimm.

Así empezó a hacerse popular la frase de que Fabián el hijo del plomero terminaría en loco “nadie puede leer tanto sin comer” y las neuronas de su cerebro eran motivo de largas conversaciones donde quiera que se juntaban más de cuatro personas.

Este interés logró que fuera uno de los primeros apresados por los perseguidores de los hombres de ideas contrarias. Fue muchas veces maltratado con el fin de que abandonara sus ideas y se abanderara a una democracia que no le daba participación.

Yo no lo vi, pero me lo contaron. Fabián terminó concediéndole la razón al pueblo perdiendo la suya.

Desde pequeña le vi caminando una y otra vez por las calles de mi pueblo. Con un pachuché (tabaco de hojas envuelto rusticamente) en la boca, descalzo y diciendo cosas ininteligibles mientras movía el brazo.

En un principio, cuando empecé a sentir curiosidad por los libros, también empecé a tomar precauciones de no leer hasta que el corazón estuviera contento, no fuera a ser cosa que me diera lo de Fabián.

Por cierto, cuando quise indagar por qué el perro de Fabián estaba solo y evidentemente triste, me dijeron que este está para un día de estos y que aunque yace en la cama el perro hace el mismo recorrido que él hacía cada día.

Después de tantos años de incomprensión entendí que solo este perro conocía el alma de uno de los primeros derrotados del comunismo y eso pasó en mi pequeña y hermosa aldea natal.

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