Se me antoja

Se me antoja

POR MARIVELL CONTRERAS
Ahora celebramos como un hecho que tendremos Juegos Nacionales en Monte Plata. La provincia olvidada por 400 años. La misma que solo ha tenido una iglesia, un parque, las canchas de la escuela y el sempiterno Tropicana bar. Ahora también tiene colmadones, terrazas, barras, asomo de hotel y amagos de restaurantes y una biblioteca con libros, poco uso y ningún incentivo.

Es que tengo que voltear los ojos y al celebrar que los incumbentes puedan cumplir con la palabra empeñada por el presidente aquella vez en La Romana de crear las condiciones y construir la infraestructura física –ya Freddy Pérez estuvo allí y entregó su propósito de trabajo- para que esta fiesta del deporte sea posible, no puedo evitar recordar todo lo que hemos perdido.

Cuando yo era pre adolescente y luego adolescente formaba parte del Club Deportivo y Cultural Monte Plata. Allí dirigían los muchachos de avanzada en la escuela y el pensamiento los programas formativos que se manifestaban en el buen comportamiento de los jóvenes y las jovencitas que crecían y soñaban con una mejor sociedad.

No puedo establecer la época a la que me refiero porque se me agolpan demasiadas imágenes en la cabeza. Recuerdo a Mateo, hoy el doctor Mateo Rosario, a su hermano Emilio, a Vivito, a Josecito el de Villa y a Vicente Hernández.

Los recuerdo ligados y esforzados, como Nerys Figaris en la formación deportiva y en la formación cultural. Recuerdo las veladas del grupo de teatro América Morena y la emoción con que todos acompañabamos al grupo coral cuando mandábamos de vuelta a los yanquis para su patria.

Recuerdo que hacía mucho sol y a veces sed, y a veces hambre, pero los lunes, martes y jueves había práctica de volleyball. Nos la daba Josecito el de Villa con su verticalidad, que nos infundía temor y sin embargo le guardo cariño y respeto porque nunca olvido que todas nuestras ceremonias, inclusive cualquier entrenamiento comenzaban siempre después de interpretar el Himno Nacional.

Los varones levantaban el brazo y cerraban el puño como un juramento por la Patria y las muchachas nos llevábamos con viva emoción la mano al pecho.

¿Qué hubiera pasado si ese trabajo por el deporte, la poesía, el canto, el teatro y el pensamiento político no se hubiera detenido con la salida de Balaguer del poder?

Probablemente Félix Antigua continuaría en Grandes Ligas, José Luis y Picholo hubieran podido hacer un mejor trabajo. Gargán hubiera estado con su tamaño y su destreza cerca de Jordan o de Rodman (como quiera rima) y pudiéramos estar orgullosos de baloncetistas, corredores de pistas, peloteros y estrellas seleccionadas en cada deporte.

Pero solo ahora llegan los Juegos Nacionales y la esperanza de que nos quedemos con las instalaciones y con el resguardo de estas, con entrenadores y con una nueva generación que tendrá la oportunidad de aprender que además de ser bueno para algo, hay que ser disciplinado y dedicarse a ello en cuerpo y alma.

También me llega a la memoria Mallía y su hermano Guto (Augusto murió sin ganarse una medalla), David y Josefina, el Rubio y Machito los de Fao, Mary y Tetesito, Carlos Miguel y el inolvidable Guany.

¿Cuántos atletas buenos se quedaron a medio camino en estos cuatrocientos años de olvido que hemos vivido?

 

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