Se me antoja

Se me antoja

POR MARIVELL CONTRERAS
«La vida nunca ha sido rosa para la mujer, por más que insistan lacitos, encajitos, mejillas redonditas…» Cito mi visión por la situación de la mujer, no por megafeminista, sino porque me duele la condición en que vivimos, que me ha hecho tocar con las manos la gloria (soy madre) y el infierno (soy hembra)

He conocido el miedo al diablo que describió Xiomara Molano a Edith Febles y el dolor por desamor del que me habló otra mujer en la maravillosa casa que tiene Isidoro Santana en una loma de Villa Trina…

…Rosalba perdió su nombre de flor y madrugada por una nota musical repetida, ahora es Lala «una mujer honesta que saludo si lo siento y sino sigo. Yo no hago con la boca lo que niega el corazón».

Esa tarde estaba para que el corazón hablara «hubo una vez en que yo rezaba para que se fuera la luz y mi marido no pudiera trabajar, me quedaba todo el día en el aire esperándolo; ya no. Ya que haga lo que quiera».

Ella se declara una mujer triste. Una que nació y creció sin saber que era amada. Una entre 32 que tuvo su padre en la región. Cuando conoció a su marido, el padre de su hijo, aprendió que el amor es como una rifa «un día sales premiada y otro pelada».

Por eso apuesta ante la tumba de su padre «Nunca me quisiste, vivo. Si puedes hacerlo muerto dame los números que van a salir», cuenta. Pero, nada el TÍguere no se aparece ni en sueños.

Me reí y lloré por su conmovedora inocencia. Por la piel de todas nosotras que es nuestro corazón pintado a mano con coraje, dolor, valor, amor… todo mezclado «como en botica».

Iba para Monte Plata y me paré en el área del puente que es mercado y paso para Villa Mella, era domingo en la mañana. Ya había visto a varios policías cercanos, pero sin hechas ni sospechas, me paré a comprarle, desde el carro, una lechoza a mi padre.

No bien le había dicho al joven que me atendió lo que quería, cuando otro de los vendedores se puso el manto de radio bemba y empezó a gritar: «así es que se le hace a las mujeres, quieren tener su marío y se ponen de loca vieja a tar con otro. A esa do si le fue bien, ahí tan, en su saco, picotiá».

Fue en ese momento en que empecé a sacar conclusiones sobre tantos policías y le dije a mis acompañantes: «parece que mataron dos mujeres y las metieron en sacos».

Solo la mañana del lunes me trajo la noticia de que había sido una sola y que habían dividido su cuerpo desarmado a machetazos en dos sacos, como si fuera carne de puerco.

El horror no terminaría ahí, porque después los medios me trajeron las malas nuevas de que la joven asesinada (Claribel Paredes) andaba con su único hijo ¿dónde está?, con él que salió de su casa para no volver… Como otras tantas.

¿Quién dijo que las mujeres nos la estamos comiendo?

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