Se me antoja

Se me antoja

POR MARIVELL CONTRERAS
No estaba esperando ninguna reacción, pero llegó. Parece que intentando hacer el bien uno hace mal. Cualquiera se ofende cuando escucha a alguien opinar en contra de las cosas que piensa y mucho más si estas hacen referencia a una figura amada e idolatrada. Me refiero al antojo que me dio de comparar a Violeta Parra con Bob Marley.

Del momento en que se me ocurrio decir que Bob pensando bien terminó mal y que Violeta Parra que terminó aniquilada también, aunque por ella misma, pensando mal –sobre el stablishment–, también terminó mal. Hasta que no oí el reclamo no pude establecer la diferencia. ¿Y quién es esa tal Violeta a la que Marivell osó igualar o comparar con el viejo Bob? Se preguntaba una estudiante. Y entonces es cuando entiendo que ella tiene razón, no en virtud de la verdad real en que se da la vida y la muerte de ambas luminarias, pero sí en lo relativo a la formación que reciben normalmente los niños, jóvenes y estudiantes universitarios en las distintas sociedades del mundo.

Son distintos y tenían luchas distintas. Hace muchos años que no existe una lucha abierta contra el racismo –aunque se mantiene soterrada– y la verdad es que a pocos le importan los que defienden la negritud y los que quieren regresar a Mamá África. Los que quieran volver a sus orígenes que vuelvan. Lo que si no pueden volver son los caídos y torcidos en la lucha por repartir los bienes, los alimentos y la justicia. Al capitalismo no le interesa recordar a Víctor Jara o a Violeta Parra, la misma que escribió: Te recuerdo amanda (camino a la fábrica donde trabaja Manuel), la balada del obrero caído, del artista caído, del creador derrotado por el sistema al que se enfrentó, aparece pocas veces en los libros de historia o literatura a menos que tengan valor sus versos de amor.

A Balaguer no le interesaba Francisco Alberto, nuestro comandante, ni Orlando Martínez, ni Narcizaso. Tampoco le hace gracia al imperialismo el Ché, Duarte o José Martí. A los héroes independentistas a los artistas contestatarios solo los reivindica el tiempo no los gobiernos, a menos claro que una u otra postura les sume votos y gracia.

Yo también creo en Bob Marley. Lo conocí en toda su humanidad cuando visité su casa de ayer que hoy es circo –perdón museo–. Lo descubrí humilde en su mecedora, en el jarrito de aluminio en el que tomaba el café. Todo en él era tan sencillo. Tan sencilla vida para una muerte tan difícil. No pudo matarlo nadie. No pudo matarse él –tampoco Violeta, Hitler o Franco–. Eso es lo peor de la vida, que son los otros los que saben porqué nos recuerdan o si es necesario acordarse para mantener bien, el bien o para contener los tentáculos del mal, a raya.

Los comunistas perdieron la pelea y al parecer hay más gente que quiere mantener en el olvido la justa utopía, que los que quieren recordar a esos pocos que hicieron correr tanta sangre y produjeron tanto dolor –tanto mal– por querer el bien social.

El marxismo perdió ante el capital y el capital no perdonará ni retroactivamente a quienes quisieron repartir la cuota aún a costo de sus vidas. El negro no quería el dinero de nadie sino un lugar y ya lo tiene ¿qué importa que nos rindamos ante Bob Marley? Pero ahí esta Pinochet y Fidel, dos extremos de una misma espina, ¿a quien beneficia que Violeta o Víctor Jara cante?

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