Se me antoja 
En vivo, el centro, desde el recuerdo

Se me antoja  <BR><STRONG>En vivo, el centro, desde el recuerdo</STRONG>

POR MARIVELL CONTRERAS
Yo me confieso una eterna víctima del Centro Cultural de España.  Como dice Joan Manuel Serrat en una hermosa canción «me gusta todo de ti».  Me gusta del centro, todo.  Debo agregar, para ser sincera que todo lo que conozco.  Y, ha sido mucho, por lo que pienso que lo que no conozco o lo que me queda por conocer, por más negativo que sea, que lo dudo, no puede empañar todo lo que ha sido esta experiencia de años.

Si, me confieso una víctima de los conciertos, las exposiciones, los conversatorios y las puestas en circulaciones en que he participado feliz y voluntariamente.

Me encontré allí con una amiga valiosa, llamada Yocasta a la que conocí en la repostería Nitín en aquellos días en que venía diariamente de Monte Plata y mi almuerzo no podía pasar de un dulce entremés después del Show del Mediodía y mi viaje al corazón de Gazcue donde estaba Popularte, la oficina, y mi regreso a casa ya en la noche.

Me daba gustó encontrar allí a esa chica que siempre me recibió con la misma sonrisa y la misma curiosidad de aquellos otros días en que ambas compartíamos el sueño de una mejor vida y un mejor trabajo.

Hablaba con Luis, con Sócrates, con Bernarda, con Ricardo, con el portero y el guardián todos igualmente amables y colaboradores sin importar su posición en el organigrama del centro.

De esa época recuerdo un concierto memorable, Pura Candela, de Duluc.  José Duluc acababa de llegar de Japón y venía lleno de música, mucho más enraizado en nuestra cultura y sin embargo más fusionado y más universal que nunca.

Esa noche nos llevó al Paroxismo y al final le hice una entrevista que publiqué en HOY en la que obtuve todo lo que hasta ese momento el artista, el investigador y observador de nuestros movimientos musicales, artísticos y culturales, había concluido sobre su trabajo, tanto en el ámbito dominicano, dentro, como lo dominicano desde fuera.

Recuerdo otros, con Luis Días, cuyos conciertos siempre se han distanciado unos de otros, porque para él cada experiencia con el público y con el grupo que le acompañe depende de lo que tiene emocionalmente en el corazón en ese momento y lo que su cerebro filtre a partir de allí.  Lo que provoca que cada encuentro con él, sea un encuentro distinto en su forma pero parecido en su esencia.  A Luis se le puede ver siempre con la seguridad de que podemos constatar en él que se puede evolucionar y adelantarse y crecer sin sacar los pies de la tierra que lo alimenta.

Y, así a Xiomara Fortuna cuando hizo la memorable presentación de Kumbajei, uno de sus conciertos básicos, uno de sus discos indispensables para sus seguidores –entre las que me cuento, como una soldada-.

Pero esas experiencias y otras que no tengo fresquitas ahora en la memoria solo viven ahí.  En un recuerdo alucinado que me llega a veces con movimientos corporales, otras como un caleidoscopio en el que se mezclan luces y sombras, colores brillantes e inesperados mates y oscuros, como en un nihilismo involuntario.

Lo mismo me pasó con el concierto, cálido y distante de los disfrutados hasta entonces en el país, de Fellé Vega con su agrupación y con Francisco Ulloa como invitado especial, que quedó como un momento agradable y de mucha calidad en mi recuerdo.

La diferencia de este con los antes contados es una sola.  Los demás se quedaron solo para mí y para los y las que estuvieron ahí, sin ninguna posibilidad de volver a ellos más que a través de un ejercicio de memoria.

Sin embargo, los que han estado en los acertados y bien elegidos conciertos En vivo desde el Centro, pueden verlos nuevamente en cualquier momento -en televisión abierta o en un circuito de amigos, invitados exclusivamente para este fin-  y hasta lo pueden guardar como testimonio no solo de que esas cosas que se cuentan pasaron, sino que además tuvieron la oportunidad única de estar ahí.

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