Se nos desangra Haití

Se nos desangra Haití

Se nos desangra, en ocasión de un fuerte temblor de tierra o terremoto, cuyo epicentro estuvo a quince kilómetros al sur de Puerto Príncipe y a diez kilómetros de profundidad.

Tres millones de damnificados, cien mil muertos y daños físicos inconmensurables, son solo las cifras tentativas iniciales.

 Los dominicanos y dominicanas tenemos que hacer conciencia de que, en el sentido neto de la palabra, no hay tales desastres naturales.

 Lo que hay en nuestros países son desastres sociales, resultado de los niveles de desarrollo de cada país y de los modelos económicos que imponen las clases dominantes y las potencias extranjeras.

Los principales culpables de la tragedia haitiana son esas grandes potencias que manipulan y se aprovechan de su creciente miseria, la oligarquía haitiana, y ciertos sectores de las clases dominantes dominicanas, para las cuales la tragedia haitiana no es más que un medio para conseguir mano de obra barata.

Así es que funciona el sistema y cuando surgen fenómenos naturales, es cuando los desastres sociales y las políticas impuestas se evidencian en toda su dimensión.

Se nos desangra Haití. ¿Qué vamos a hacer? Lo primero es no escatimar esfuerzo alguno para brindar todo tipo de solidaridad y despertar los sentimientos más nobles de los dominicanos y dominicanas, para repartir parte de nuestra miseria, que es creciente, para socorrer al pueblo hermano.

Debemos poner todo el empeño de que las iniciativas de solidaridad se multipliquen y sensibilicen los corazones nobles de la Nación.

Las grandes potencias aprovechan esta tragedia social. Haití y República Dominicana comparten una isla con abundante riqueza minera. En la frontera, incluso, están los depósitos de oro más grandes de occidente. Las potencias quieren todas estas riquezas para sí, y se han aprovechado y seguirán aprovechándose de todas nuestras miserias y de la indiferencia y entreguismo de nuestros gobernantes para que esas riquezas queden, en una forma mayor que hasta ahora, en manos de esas potencias, que siempre encuentran gobernantes y clases gobernantes dispuestas a entregarlas a cambio de poder y fortuna.

Empero, no podemos dejar de lado, en medio de esta tragedia social, y por la conmoción que ella ha producido,  que debemos tomar iniciativas para discutir, en el litoral progresista, la cuestión de la relación entre nuestros dos pueblos y entre nuestras dos naciones, en la forma más profunda, seria y científica que nos sea posible, tratando siempre de unificar a la mayor cantidad de sectores alrededor de políticas e iniciativas que nos permitan superar la situación de indefensión y  división en que las grandes potencias tienen sumida a nuestras dos naciones.

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