El próximo martes 15, el doctor Manuel Logingo Alcántara Casado hubiese cumplido 86 años de edad, pero desdichadamente severos quebrantos de salud lo impidieron. Y el pasado 27 de febrero nos abandonó para quitarnos el placer de su amistad, de su compañía y de sus colaboraciones.
Logingo, como se le conocía cariñosamente en todos los ambientes donde tocaba con sus relaciones y acciones, fue un gran ser dedicado al servicio. Y esto era como fruto de sus inquietudes labradas en las condiciones de pobreza que nació en Las Auyamas, comunidad rural de las montañas de San José de Ocoa en 1930.
Logingo nunca ocultó su humilde origen. En los círculos de sus amigos íntimos o en viajes por el sur del país nos relataba sus anécdotas de esos primeros años. Fueron muchas las vicisitudes que atravesó en su infancia y adolescencia, que hasta limpiabotas fue en Ocoa.
Su desempeño como dependiente de una importante tienda de la familia Subero Isa, de su pueblo natal, le abrió las puertas para estudiar y graduarse de bachiller en San Cristóbal. Luego pudo ingresar a la Universidad de Santo Domingo y realizar su sueño de los estudios de medicina, completándolos en 1960.
Como todo médico recién graduado comenzó a practicar en uno de los hospitales públicos de la ciudad. Fue escalando posiciones hasta que en 1965 se decidió por el ejercicio privado de la profesión para luego ir estableciendo su propia clínica. Ésta con los años fue ampliándose y ofreciendo servicios y atenciones de calidad hasta el día de hoy. Logingo, su viuda Miriam que es médico también, sus hijos y colaboradores, lideran un centro de prestigio médico establecido en 1971.
Pero la pasión de Logingo fue el servicio comunitario, al cual se entregó con todas sus energías que eran inagotables, para socorrer a los más necesitados, de manera que asumía un compromiso que le hacía recordar sus orígenes humildes. En la adultez, con sus esfuerzos, había superado el pasado y aportaba a sus semejantes lo que Dios le había dado en demasía que era su pasión por servir.
Y esa pasión por el servicio encontró su nicho cuando el leonismo llegó al país en 1964. Al fundarse el club de Leones del Ensanche La Fe en 1967, Logingo se afilió al poco tiempo y en 1973 fue designado presidente para completar el período de su compañero Mirope Peña, quien tuvo que renunciar por motivos de salud.
En mayo de 1980 fue elegido como gobernador del Distrito R de los clubes de leones dominicanos, y con su lema de Mejor Leonismo, Actividades Continuas, Logingo aumentó su influencia en el leonismo que en ese año el único distrito abarcaba el país entero. Con sus actividades de servicio supo contagiar a sus demás compañeros. En poco tiempo todos ellos estaban infatuados con su entusiasmo y energía para realizar actividades. Muchas de ellas las llevó a cabo en su comunidad natal de Las Auyamas. En el 2014 fundó un centro médico para ofrecerle servicios de salud a los lugareños de esa región ocoeña.
El valor y grandeza de Logingo hay que verla de cómo se entregaba en ayudar a sus compañeros leones. Esa ayuda se manifestaba no solo para darles consejos en sus desempeños leonísticos, sino que en los momentos de enfermedad abría las puertas de su clínica para ayudarlos a recuperarse de sus problemas de salud.
En mi turno de gobernador del Distrito R-3 en el 2000, junto a mi esposa Gladys y a su esposa Miriam, Logingo fue nuestro compañero de recorridos por todas esas carreteras del sur profundo hasta Jimaní o Elías Piña. Cada fin de semana de julio a diciembre del 2000 viajamos intensamente por el sur disfrutando de esos paisajes, unos áridos como los de Azua a Barahona, otros atrayentes como los de San Juan y Ocoa, y otros cautivadores como era el disfrute de la serenidad del Lago Enriquillo. Miriam y sus hijos, asi como sus amigos, estamos orgullosos de haber tenido un esposo, padre y amigo que supo sintonizar sus deberes familiares con su vocación de servicio. Esa vocación la volcó a manos llenas en su círculo profesional, familiar y de actividades comunitarias.