Madrid. La comunidad médica y científica ha sostenido históricamente que la tuberculosis se puede contagiar una vez que se activa la enfermedad en el paciente, pero un nuevo estudio constata que se puede incluso transmitir cuando está en estado de latencia, antes de desarrollar los primeros síntomas.
Esta es la principal conclusión de una investigación liderada por científicos españoles que se publica en el último número de la revista PLOS Medicine y para la que se han analizado 785 pacientes de la Comunidad Valenciana durante los años 2014-2016.
Sus responsables son científicos de la Fundación Fisabio y del Instituto de Biomedicina de Valencia (del CSIC), en colaboración con 18 hospitales de la Comunidad Valenciana, además de investigadores del Imperial College London y la Simon Fraser University de Canadá.
La tuberculosis es una enfermedad que suele afectar a los pulmones y se debe a un grupo de bacterias que conforman el llamado complejo de “Mycobacterium tuberculosis».
Se transmite de una persona a otra a través del aire mediante la tos o estornudos y existen “factores precipitantes” de la misma, como el padecer VIH o diabetes; según datos de la Organización Mundial de la Salud, es una de las diez principales causas de muerte mundiales.
Se calcula que el pasado año 10 millones de personas enfermaron de tuberculosis, de las que 1,2 millones fallecieron -la mayoría por no tener acceso al tratamiento estándar de cuatro antibióticos o por interrumpirlo-.
En España se registraron 4400 casos en 2018. “Históricamente siempre se ha dicho que si estás infectado por la bacteria en estado de latencia -lapso entre el momento en que se contrae la enfermedad y aparecen los primeros síntomas-, no puedes transmitirla, y que solo si está activa es cuando puedes contagiarla”, explica a Efe Iñaki Comas, uno de los autores de este trabajo.
Sin embargo, “en este estudio vemos que un porcentaje de casos latentes son infecciosos y sí que la transmiten, y habrá que ver por qué”, lo que, según Comas, cambiaría cómo controlar la tuberculosis e, incluso, lo que se entiende o no por enfermedad. Para llegar a estas conclusiones, los científicos desarrollaron un método que combina datos epidemiológicos del paciente con la secuenciación del genoma completo de la bacteria causante de la tuberculosis.
En total, se analizaron 785 pacientes, de los cuales un 35% habían sido infectados recientemente; el método se aplicó en 117 individuos inmiscuidos en 21 brotes de transmisión. Para determinar con precisión la fecha en la que un caso infectado transmitió la enfermedad, se secuenció y comparó el genoma completo de las bacterias en las personas involucradas en estos brotes.
Las mutaciones en la bacteria de la tuberculosis se van acumulando a lo largo de un tiempo y los investigadores conocen a la velocidad con la que esto se produce, así que al comparar un genoma y otro y saber la fecha de diagnóstico son capaces de establecer si ese paciente fue el “caso índice” causante de la transmisión, y además, saber la fecha de infección.
Así, al analizar las muestras se descubrió que el origen de la transmisión no siempre estaba en los pacientes previamente identificados como “casos índice”, es decir, los primeros diagnosticados en un brote de transmisión. Además, se infirió que alrededor de un 30% de pacientes transmitió la enfermedad antes de desarrollar síntomas, lo que tradicionalmente se ha conocido como estado de latencia; serán necesarios más análisis para corroborar este dato y cómo se extrapola a otras cohortes.
“Este trabajo corrobora que la infección latente es más compleja de lo que conocíamos y está en consonancia con otros trabajos publicados recientemente” añade Comas. El equipo también desveló una posible relación entre la capacidad de transmitirla y padecer diabetes mellitus tipo 2, hallazgo en el que, según los autores, hay que seguir profundizando.
Para Irving Cancino-Muñoz, otro de los autores, esta investigación avala la necesidad de cambiar las políticas activas de control de la tuberculosis y de expandir los controles preventivos en poblaciones de riesgo para poder identificar posibles focos de transmisión, más allá del entorno del paciente.
Estos resultados, añade, son de especial relevancia en países de alta incidencia donde la transmisión de la enfermedad todavía constituye una de las mayores fuentes de nuevos casos de tuberculosis.