Se puede

Se puede

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Una noche de 1966 el profesor Juan Bosch, entonces candidato a la Presidencia de la República, hablaba de transparencia, ahorros, compras e inversión en el gobierno.

“Es fácil, decía, el Presupuesto de Ingresos y Ley de Gastos Públicos para el año que viene debe ser de 200 millones de pesos (el peso tenía igual valor que el dólar), basta con que se corten los hilos de la corrupción y el 10 por ciento que va a parar a los bolsillos de funcionarios quede en manos del gobierno. Habría 20 millones de pesos más para invertir en obras prioritarias”.

Por supuesto, para ello había trazado un plan de prioridades que beneficiaban al país, así como una voluntad de transparencia en todas las operaciones del gobierno para evitar que el famoso 10 por ciento de compras, contratas y toda suerte de operaciones oficiales engrosara las cuentas de tanto bandido que ha pasado por la administración pública.

Cuarenta años después el país continúa subido en la cresta de la corrupción, de la falta de transparencia, de los porcentajes en compras y contratos, de la compra y venta de votos en el Congreso Nacional, del tráfico de influencia que se ejerce desde el mismo Palacio Nacional y salpica, según cree la opinión pública, a funcionarios del entorno del Presidente de la República.

De una u otra manera, todos los gobiernos dicen que van a eliminar la corrupción en las operaciones de la administración y todos pensamos que se trata de palabras huecas, dichas para engañar, pronunciadas con ánimo de decirnos cuán tontos hemos sido, cuán permisivos.

Una mirada retrospectiva enseña que ideas, propósitos, planes y visión de futuro de 40 años atrás, obviamente eran diferentes.

Ahora se ha impuesto el “tanto tienes, tanto vales”.

En una ocasión conversaba con el presidente Leonel Fernández y conveníamos en que mucha gente quiere llegar al Gobierno para buscar casas, vehículos, fincas, dinero en bancos, independientemente de la forma que se emplea para obtener los bienes.

Quien adquiere bienes de fortuna al amparo de las reglas de juego legales, debe ser respetado por su talento, por su dedicación, por su sagacidad, por su audacia, por haber visto lo que muchos de sus coetáneos no vieron. Eso es adquirir bienes con buenas artes.

Lo que ocurre hoy, es que las reglas de juego han sido cambiadas por la vida, por la falta de autoridad, por las fallas del sistema judicial y por la permisividad de la sociedad, que abre sus puertas a quien tiene dinero sin que nadie pregunte nunca cómo lo obtuvo.

Si el Gobierno segara la corrupción que se deriva de las compras, de las contratas de grado a grado, del personal supernumerario, si se controlara el combustible y los viajes a funcionarios, si se eliminaran los gastos de representación, habría un muy buen dinero para invertir en obras prioritarias, de eso no me cabe la menor de las dudas.

Lo que hay que ver es si el Gobierno quiere controlar y perseguir la corrupción, o por el contrario, continuará la permisividad para que unos cuantos ladrones se llenen los bolsillos con los dineros del pueblo, como ha ocurrido hasta ahora, sin que exceptuemos ninguna administración, de 1966 a la fecha. 

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