¿Se quedarán vacíos los altares?

¿Se quedarán vacíos los altares?

LEANDRO GUZMÁN
El mes de abril pasado fue pródigo en acontecimientos relacionados con nuestra historia: se cumplió un nuevo aniversario de la Revolución Constitucionalista de 1965, pero además de otro luctuoso 28 de abril, cuando tropas de los Estados Unidos ocuparon militarmente la República Dominicana para impedir ese movimiento, que tenía por objeto restituir en la presidencia a Juan Bosch y la democrática Constitución de 1963, posteriormente sometida a variadas reformas destinadas a “acomodarla” a intereses que generalmente no han sido beneficiosos para el pueblo dominicano.

Pero abril, además, sirvió para celebrar una exitosa Feria del Libro, donde la cultura pareció renovarse con la presencia de importantes intelectuales, nacionales y extranjeros, que se codearon con jóvenes ansiosos de ampliar sus conocimientos en el variado ámbito de la literatura, la música, el arte y el folklore, en sus variadas manifestaciones. Feria que sirvió también para la celebración de coloquios donde se debatieron importantes temas, muchos de ellos de carácter histórico, los cuales se ramificaron a otros escenarios fuera de la Feria.

En esos días asistí a varias conferencias, donde reputados historiadores e investigadores dieron a conocer datos inéditos, basándose en documentos desclasificados en los Estados Unidos, que virtualmente han llenado de asombro a quienes tuvimos la oportunidad de conocer, personalmente o de lejos, a algunas de las figuras por ellos mencionadas.

Bernardo Vega, uno de los más sólidos investigadores dominicanos en lo que respecta a nuestra historia contemporánea, dio a conocer por primera vez la forma en que en 1965 los Estados Unidos, cuando gobernaba allí el presidente Lyndon B. Johnson, decidió que en las elecciones de 1966 no ganara Bosch, sino Balaguer, a cuyo favor invirtió esfuerzos políticos y recursos económicos, no exentos de malas artes. La historia está ahí y no es necesario repetir lo negativo que fue para el país la “dictadura ilustrada” del caudillo reformista.

Es decir, el hombre a quien todavía hoy mucha gente, entre ellos jóvenes, glorifica y juzga como uno de los residentes “más democráticos”, se cae ahora del altar ante los documentos irrefutables de Vega, que lo retratan como un presidente impuesto desde el extranjero, es decir desde los Estados Unidos, nación que lo respaldó durante sus sucesivos gobiernos aparentemente sin importarle entonces el respecto a los Derechos Humanos en sentido general.

Pero aún más: abril sirvió para el destape de una grave acusación contra una de las figuras más relevantes de la Guerra de Abril, o Guerra Patria en que se convirtió luego de la ocupación, en el sentido de que reveló a agentes de la CIA el paradero del coronel Francis Caamaño cuando desertó de Londres en 1967 para irse a Cuba y venir al país en plan de guerrillero contra Balaguer.

En el mismo Mes de la Patria, aparece un escritor y dirigente socialista norteamericano, Eric Chester, quien asegura que tanto Bosch como el dirigente José Francisco Peña Gómez colaboraron con la CIA, fundamentándose en que el primero impartió clases en el Instituto de Ciencias Políticas de San José de Costa Rica (financiado por la agencia de inteligencia de los Estados Unidos) y el segundo supuestamente solía reunirse con por lo menos un importante funcionario de la CIA, aunque reconoce que nunca le aceptó dinero.

Chester, además, cita que Bosch tenía como confidente a Sacha Volman, un rumano exiliado que vivió muchos años en el país, de donde fue deportado por Balaguer en una ocasión, y de quien se decía y se confirma ahora que era agente destacado de la CIA.

Uno se pregunta ¿cuántas figuras importantes de nuestra historia contemporánea no habrán estado en los listados de la CIA, sea como colaboradores espontáneos o pagados, anteponiendo sus intereses personales a los del país que los vió nacer?

Es bueno que continúen las investigaciones sobre nuestro pasado histórico, con verdadera seriedad, para poder ilustrar a las nuevas generaciones quiénes fueron los líderes citados como paradigmas, pues ante esa avalancha de informaciones suponemos que ahora los jóvenes tendrán en sus mentes una gran confusión, en momentos en que el país necesita claridad de pensamiento para tomar las decisiones futuras cuya responsabilidad será precisamente de los nuevos relevos generacionales.

Uno piensa que en la medida en que se sigan las investigaciones, afincadas en pruebas documentales, no en simples conjeturas, continuarán cayéndose de sus altares algunos santos, o afincándose en ellos en la medida en que se demuestre que jamás fueron servidores de intereses foráneos, sino que por el contrario son figuras impolutas cuya memoria merece ser respetada y preservada.

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