Se renueva presión para que EEUU libere a jefe rebelde

Se renueva presión para que EEUU libere a jefe rebelde

Colombia. — En un momento en que las negociaciones para poner fin a medio siglo de conflicto armado en Colombia están por cerrarse, la atención se dirige hacia la suerte de un viejo ex gerente de banco e integrante de la guerrilla de las FARC, detenido en una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos junto a reconocidos terroristas.

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) consideran a Ricardo Palmera un prisionero de guerra y han insistido en su liberación para lograr un acuerdo de paz con el gobierno del presidente Juan Manuel Santos.

Sin embargo, el gobierno de Barack Obama ha rechazado en varias oportunidades la excarcelación de Palmera, que cumple una sentencia de 60 años por su vínculo con el secuestro en 2003 de tres contratistas estadounidenses, que los rebeldes retuvieron por más de cinco años.

Con la expectativa de que los diálogos de paz concluyan en marzo próximo, el presidente Santos encabezará el martes un viaje a Washington para asegurar el apoyo de Estados Unidos frente a un eventual acuerdo de paz con las FARC.

La semana pasada, el senador colombiano Iván Cepeda —una persona de confianza tanto de Santos como de las FARC— se reunió en silencio con Palmera en un penal de alta seguridad en Estados Unidos para discutir cómo puede contribuir a la paz, de acuerdo con cuatro funcionarios colombianos y estadounidenses que supieron del encuentro. Cepeda fue acompañado por diplomáticos de Colombia y la conversación fue monitoreada por las autoridades de Estados Unidos, dijeron los funcionarios a The Associated Press.

Los funcionarios, que pidieron no ser identificados por no estar autorizados para hablar, no revelaron detalles del inusual encuentro. Conocida como la “Alcatraz de las Rocosas”, la penitenciaría ubicada en Colorado alberga unos 400 internos, entre ellos el bombardero Dzhokhar Tsarnaev, causante de las muertes en la Maratón de Boston, además de algunos miembros de al-Qaida. Los presos permanecen en las celdas hasta 23 horas al día y sólo se les permite ser visitados por sus abogados y familiares.

El abogado de Palmera, Mark Burton, no respondió a los mensajes por correo electrónico ni a las llamadas telefónicas para conocer sus comentarios. Para las FARC, Palmera, mejor conocido como Simón Trinidad, es un símbolo de la intromisión de Estados Unidos en el conflicto armado colombiano.

Cuando los diálogos de paz iniciaron en Cuba en 2012, las FARC nombraron a Palmera como uno de los principales negociadores y aparecía una silla en la que se ubicaba una figura de tamaño real —que representaba al ex líder guerrillero— para llamar la atención sobre su encarcelamiento.

Palmera fue extraditado a Estados Unidos en 2004, señalado de ser miembro de la conspiración que secuestró a tres contratistas estadounidenses. Allí fue condenado a 60 años de prisión por este delito, pero evitó ser declarado culpable por cargos más serios como secuestro, terrorismo y tráfico de drogas.

Los contratistas fueron rescatados en 2008. Palmera “fue condenado para darle una lección a las FARC”, afirmó Carlos Lozano, un político del Partido Comunista e intermediario de esa guerrilla en el pasado. “Si Obama realmente quiere ayudar a construir la paz, porque Estados Unidos se ha dedicado mucho a hacer la guerra y vender armas, puede facilitar un acuerdo para que ese señor (Palmera) este ahí (en la mesa de La Habana).

Llegó la hora”. Nacido en una familia ganadera e hijo de un senador, Palmera fue un recluta fuera de lo común para las FARC, una guerrilla de origen y base campesina.

Después de haber presenciado el asesinato de varios de sus compañeros de izquierda a manos de fuerzas de extrema derecha en la década de 1980, renunció a su trabajo como director de un banco en la ciudad norteña de Valledupar y huyó a la selva para unirse a las FARC.

Su familiaridad con el mundo real de la política es un valioso activo para unas FARC que se preparan para desarmarse y competir en las urnas, explicó Lozano. Aunque los negociadores de las FARC insisten en que la liberación de Palmera es una prioridad, no han dicho rotundamente que una negativa eche por tierra un acuerdo de paz.

Mientras, Estados Unidos tampoco ha descartado la excarcelación del jefe guerrillero, pero subraya que Colombia no ha pedido su liberación y dicho tema tampoco forma parte de la agenda de negociación.

Santos, en una entrevista con la AP, fue enfático en que no buscará la liberación de Palmera porque no está en sus manos, pero señaló que vería favorable una eventual decisión de este tipo por parte de Estados Unidos.

“Por supuesto estaría de acuerdo con ello porque ayudaría en el proceso” de paz, sostuvo Santos. “Sería un tremendo gesto para las FARC, para su dignidad, ya que esto es un asunto realmente importante para ellos.

A veces tienes que hacer concesiones para hacer los acuerdos más fuertes… Pero de nuevo: esto es algo con lo cual no me puedo comprometer”.

Otro funcionario colombiano, quien pidió el anonimato por tratarse de un tema delicado, dijo que la Casa Blanca y el Departamento de Estado han expresado su disposición para considerar la repatriación de Palmera, pero han advertido también que la opinión al interior del gobierno estadounidense está dividida. Obviamente algunos en Estados Unidos se resisten a la liberación de Palmera.

El senador Marco Rubio, un precandidato republicano a la presidencia, presentó el año pasado una resolución oponiéndose a la excarcelación de Palmera.

Los ex cautivos estadounidenses también se oponen a la liberación del guerrillero. “No hay ninguna razón de peso, extraordinarias o humanitarias, para liberar a este terrorista internacional, declarado culpable y condenado por un crimen que involucra la seguridad nacional”, escribieron en noviembre en una carta dirigida a un juez federal.

Keith Stansell, uno de los contratistas, dijo a la AP que todavía sufre de pesadillas y tiene cicatrices adquiridas durante su cautiverio. “Sus condiciones son miles de veces mejores que las mías en cautiverio”, expresó Stansell. “Y él es un terrorista”.

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