Se requieren más recortes en el  presupuesto de Estados Unidos

Se requieren más recortes en el  presupuesto de Estados Unidos

Richard McGregor
Mitch Daniels, gobernador de Indiana, reflexionaba recientemente sobre cómo podría arreglarse el presupuesto de EEUU en caso de que él fuera nombrado dictador por un día. Él se refirió a la solución al estilo Friedman, más como Tom, el columnista del New York Times, que como Milton, el economista del mercado libre.

En caso de que hubiera un toque de desprecio en la voz de Daniels, sobre los americanos que se avocan a los métodos autoritarios para arreglar los problemas demócratas, no sería de sorprenderse. Friedman, quien ha ensalzado las virtudes del razonablemente iluminado Partido Comunista de China, es parte de una larga línea de distinguidos americanos que observan a través del Pacífico y se asombran de las habilidades de Beijing.

Justo en los últimos días, Muhtar Kent, jefe ejecutivo de Coca-Cola, dijo a Financial Times que China “en muchos aspectos” se ha convertido en un mejor lugar para hacer negocios, en comparación con EEUU. “Cuando un país está en problemas, usted no puede tener un proceso político polarizado”,  expresó.

En realidad, cualquier gobierno de EEUU que ejerza los sorprendentes poderes administrativos del tipo que maneja la burocracia china sería derrocado muy rápidamente del puesto. China trabaja como un “benchmark” sólo hasta cierto punto, como un representante del surgimiento de Asia y del declive de occidente.

El problema de América no es que no funciona como China, sino que es el hecho de que ya no funciona como América. La última amenaza del paro de un gobierno federal la semana pasada guió nuevamente al punto de origen.

Dependiendo de cómo usted los cuente, ya EEUU ha tenido de tres a cuatro enfrentamientos presupuestarios en lo que va de año, y cada uno amenazando con cerrar el gobierno o provocar un incumplimiento de pago de la deuda del país.

Dado que el gobierno está capitalizado sólo hasta el 18 de noviembre, habrá al menos una lucha más este año.

Encima de eso, el 23 de noviembre, el comité congresional bipartidista que fue fijado como parte de un acuerdo de compromiso respecto el aumento de los límites de crédito del gobierno de EEUU en agosto, debe emitir un reporte sobre cómo reducir los US$1,200 millardos de presupuesto para la próxima década. Si ellos no pueden llegar a ese acuerdo, entonces un nuevo grupo de batallas podrían producirse hasta que finalice el año.

Las medidas a corto plazo que han sido circuladas por el Congreso para financiar el gobierno no son nada nuevo en EEUU, ni tampoco es una postura política sobre el gasto presupuestario. Pero, en las palabras de un especialista en presupuesto, las negociaciones de gastos han pasado de ser “rutina y procedimiento a ser política y partidismo”.

El presupuesto de Washington se ha convertido en algo como el proceso de paz Israelí-Palestino, un eufemismo para un proceso en el que no hay paz y en el que cada lado es continuamente alentado por las terribles equivocaciones cometidas por el otro.

Al igual que en el Medio Este, la violencia engendra violencia. Los Republicanos impulsados por el Partido Conservador han traído una política arriesgada a cada una de las luchas presupuestarias de este año y sus tácticas intransigentes están comenzando a ser conocidas en especie.

Muchos demócratas, incluyendo los de la Casa Blanca, estaban presionando para que Barack Obama pusiera en evidencia a los republicanos implicados en el debate del límite de deuda en agosto y que dejara que EEUU no pagara, asumiendo que los conservadores se llevarían la culpa. En el momento en que el presidente no siguió su consejo, los demócratas lo tomaron como débil y tácticamente inepto por tratar de negociar un acuerdo con los líderes republicanos. Cuando las conversaciones fracasaron, los republicanos estuvieron felices de ignorarlo por completo.

Los demócratas estuvieron cerca de un paro la semana pasada, después de ser hostigados por los republicanos en relación al proyecto a corto plazo relativo al gasto. Este fue el enfrentamiento más tonto de todos, una disputa de más de $3 millardos o cerca de mil veces el desembolso anual del gobierno. Después de que en julio el huracán Irene dejó un rastro de destrucción a lo largo de la costa este de los Estados Unidos, los republicanos insertaron una provisión que reducía las iniciativas ambientales favorecidas por el Partido Demócrata con el fin de pagar por los fondos adicionales del desastre que se necesitan para arreglar los daños.

Junto a más o menos 50 núcleos de los incondicionales y leales del Partido Republicano que consideran que las reducciones no fueron lo suficientemente profundas, también los demócratas votaron por la medida. El compromiso gestado el lunes le da al gobierno un lapso de seis semanas, después del cual la lucha puede comenzar nuevamente. Tales batallas son ahora gran parte de la decoración de Washington, que los jugadores parecen no darse cuenta de cuán dañinas son.

En otros lugares existe una aguda conciencia respecto cómo la disfuncional política está descargando a EEUU de su mayor activo, el fácil poder del éxito. El Almirante Mike Mullen, el presidente saliente del Estado Mayor Conjunto, deliberó en una entrevista con el Washington Post, que él se sentía incómodo en relación a los líderes tales como Noury al-Maliki, el primer ministro iraquí, que daba sermones sobre el gobierno cuando “hay una gran cantidad de cosas que no se hacen bien”.

Esto es notable. EEUU ha gastado billones de dólares y ha perdido miles de vidas para establecer un sistema democrático en Irak y difundir el ejemplo en toda la región. Sin embargo, Mullen se sintió cohibido de realzar las virtudes de la democracia al estilo estadounidense mientras se encuentra en Bagdad.

Los optimistas se consuelan que los acuerdos siempre terminan elaborándose al final. El gobierno de EEUU ha quedado abierto. Y habrá elecciones presidenciales a finales del año próximo y de un gran bloque del Congreso, que, en la gran tradición democrática, puede presionar el “botón de reinicio” sobre quien estará dirigiendo el país.

Tristemente, este optimismo parece mal ubicado. Y si Obama es reelegido como presidente, es posible que él todavía enfrente un Congreso hostill. Y si Obama es reelegido como presidente, es posible que él todavía enfrente un Congreso hostil precisamente cuando otra vez el límite de deuda necesita ser aumentado y cuando expiran los recortes de los impuestos para los ricos que fueron introducidos por George W. Bush. Estados Unidos está luchando con divisiones profundas y amargas y el sistema político ha sido configurado para reflexionar antes que para superarlas. Hasta que eso se cambie, Washington se mantendrá como hasta hoy, al borde del paro.

VERSIÓN AL ESPAÑOL DE ROSANNA CAPELLA

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