¿Se soltó el león?

¿Se soltó el león?

Frente a las cálidas aguas del mar Caribe, bajo el manto azul de la novia del Atlántico con bombos y platillos, el León Mayor sale de su madriguera y salta a la jungla. Como Rey de la Selva, anuncia su decisión de retener el espacio que algunos de sus cachorros ya le disputan. Pero su rugido no es tan fiero. Ya no dispone a su antojo del presupuesto nacional ni de los recursos y facilidades del Estado que manejó a discreción desde la poltrona del poder.

Su popularidad se encuentra disminuida, menoscabada, según revelan las últimas encuestas que colocan al actual Presidente y a la Vice, Margarita Cedeño de Fernández en un nivel de aceptación muy superior. El partido del gobierno se hunde en un mar de confusiones.

En lugar de afianzarse y unificarse en torno al actual mandatario y fortalecer su intento de buen gobierno, se desliza por aguas tortuosas. Las huestes se encuentran divididas y el Partido Oficial no asume su rol principal. Sus altos dirigentes se comportan como si estuvieran en la oposición y se lanzan a campañas prematuras.

Leonel ve con preocupación cómo sus antiguos aliados, los ministros de Planificación y Economía, el influyente Lic. Temístocles Montás y el de Turismo Francisco Javier, Jefe de Campaña, al igual que el Secretario General del Partido y el sempiterno Presidente del Senado se lanzan al ruedo ante la imposibilidad constitucional del Presidente Medina de postularse y superar el desguañangue económico financiero que asfixia la nación, consecuencia del terrible hoyo fiscal, el más grande fraude presupuestario de nuestra historia, que facilitaría la ascensión al poder de la actual Administración, por lo tanto, no ajena de culpas.

Ese conjunto de factores, es lo que determina el salto al vacío del León Mayor, más preocupado por lo que ocurre en su propia parcela que procura ser relevo de su actual dominio, que por la débil oposición que no acaba de definirse ni encontrar el camino.

El León ruge, pero no espanta. Su rugido acusa cierto temor por las bajas notas de las encuestas y ese estilo mortificante del Presidente Medina y su gobierno que proyecta una formidable imagen diferente, aún sin encarar, como se debe, problemas fundamentales. Con cuchillito de palo, le rasga las vestiduras y pone al desnudo que se puede gobernar sin lujos y ostentaciones, con mayor grado de humildad, con mayor presencia en el corazón del pueblo, sin despilfarros escandalosos, con austeridad y probidad en el manejo de los fondos públicos.
En otras latitudes, entretanto late otro tipo de temor.

En un país donde cualquier cosa puede suceder, se le teme más al clientelismo rampante y al olvido de un pueblo famélico, privado de memoria, que haga tabla rasa de la infamia padecida y permita al seductor y a su partido repetir, al igual que aquel otro, el “vuelve y vuelve.” Y ya es demasiado. Pero el pesimismo persiste y conduce a la impotencia.

Nos hace creer que no hay quien detenga lo que nos viene encima. Ningún movimiento ciudadano o político se vislumbra capaz de ponerle el cascabel al gato.

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