¿Conoce usted la expresión, atribuida a Jesús, “colar el mosquito y tragarse el camello”? Pues eso fue mas o menos lo que les ocurrió, salvando las bíblicas distancias y haciendo algunos ajustes de interpretación, a los organismos de seguridad del Estado, muy activos y vigilantes en estos agitados días electorales. Tan activos y vigilantes han estado que fueron capaces de anticipar, tal y como publicó el pasado martes El Nacional, que “grupos de presión de la oposición” preparan el montaje de una serie de protestas contra la Junta Central Electoral (JCE), protestas que esos mismos organismos de seguridad consideran en capacidad de “perturbar el proceso y crear ruidos preocupantes para la paz y el derecho de los ciudadanos a ejercer el derecho al voto”. ¿Un encendido de velas o una cadena humana frente a la JCE pueden perturbar todo un proceso electoral o representar una amenaza al derecho de los ciudadanos a votar el próximo 15 de mayo? ¡Por favor! Está claro que esos organismos de seguridad, o quien maliciosamente filtró la información al vespertino, está exagerando la nota, un exceso que pone en evidencia, de manera preocupante, que a estas alturas del juego hay gente que todavía no entiende cuáles son las reglas básicas de la democracia, donde la disensión y la protesta pacífica constituyen derechos inalienables de los ciudadanos. Llama la atención, sin embargo, que esos mismos organismos de seguridad que se mostraron tan eficientes en el caliesaje de las protestas que preparan los “grupos de presión de la oposición” fueron sorprendidos por los cuatro vuelos rasantes que sobre el Palacio Nacional realizó una avioneta pilotada por el exgeneral piloto Percival Peña, candidato a senador del Partido Unidad Nacional (PUN), sobre el cual no arrojó “otra cosa” (sí, eso mismo que está usted pensando) porque no la encontró del tamaño adecuado para ese tipo de aeronave.