“Se unió o vivió”

“Se unió o vivió”

Tahira Vargas

En la cultura popular se utiliza continuamente la expresión “ella vive con él”, la misma no necesariamente describe convivencia residencial de una pareja, refleja la existencia de relaciones sexuales, aún producto de una violación o abuso sexual.
“Yo vivo con mi novio porque mi mamá me sacó de la casa cuando supo que teníamos sexo, en el liceo cuando fui ya todo el mundo lo sabía, la orientadora habló conmigo y me dijo que no podía seguir porque ya yo era mujer y tenía marido” (adolescente de 14 años)
En esta cita se muestra un fenómeno recurrente en muchos estudios que hemos realizado en los últimos años, la expulsión de la niña-adolescente de su hogar porque tiene relaciones sexuales, así como también del centro educativo.
La expulsión del hogar, ¿por qué?
Muchos padres y madres expulsan a las niñas cuando descubren que “viven” con sus novios porque consideran que las relaciones sexuales convierten a las niñas y adolescentes en “mujeres” y deben ser “mantenidas” por “el hombre que las convierte en mujer”. Esto no ocurre con los niños y adolescentes, tienen permiso para tener relaciones sexuales, no se afecta su condición de niño o adolescente ni su expulsión.
Del centro educativo, ¿por qué?
En muchos centros educativos se mantiene la práctica oculta no-explícita de rechazar a la niña y adolescente cuando se enteran que está “viviendo” con un novio. Algunos argumentos son:
• La adolescente que “vive con el novio” ya es adulta. Tener relaciones sexuales genera la pérdida de la niñez y adolescencia en el sexo femenino, lo que no ocurre con el sexo masculino.
• Es un “mal ejemplo” para las otras estudiantes. Se concibe que dejarla en el centro educativo se está “premiando” una mala conducta en la adolescente considerando así que expulsarla es un castigo para ella y sirve de “ejemplo” para las demás para que no repitan la acción.
• La presencia de la adolescente sexualmente activa puede “contagiar” a las otras que supuestamente son inactivas.
Esta visión además de ser sexista y excluyente, está sostenida sobre distorsiones de la realidad sexual de la adolescencia. Con ello se reproduce la discriminación y desigualdad de género. Muchas adolescentes son doblemente excluidas por su familia y por los centros educativos quedando totalmente desprotegidas frente a situaciones de riesgos de ser maltratadas, violentadas por su pareja con barreras para su desarrollo educativo por las expulsiones sutiles e implícitas de centros educativos.
El sistema educativo en su proceso de reforma curricular debe incluir el abordaje de esta problemática y generar rupturas con estos patrones de exclusión tanto en las familias como en los centros educativos.

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