Seamos esa entrega mutua de voluntades,
El preciso momento donde nuestras ropas tocan el suelo,
El rey y la reina de esta partida infinita,
Donde no existe el egoísmo y donde no invitamos a la envidia.
Seamos el perfuma que de queda cosido a la almohada,
La esperanza que se recupera al vencer el miedo,
El lugar que conquistamos cuando dormimos juntos,
Donde la caricia y el beso se cuelgan de la brisa.
Seamos el silencio de los cómplices
Las cartas que se envían los amantes en la distancia
El agua de donde beben, sin sacarse, las ganas
De vernos y encontrarnos en el fuego que se enciende
cuando nos tomamos de las manos.