Con el misericordioso te mostrarás misericordioso, y recto con el hombre íntegro. Salmos 18: 25.
Siempre nos preguntamos “Cómo puedo agradar a Dios”, “Qué debo o no hacer para que Él esté complacido” con nosotros y nos responda cuando lo necesitemos. La respuesta es muy simple: Dios espera que seamos fieles y no Le fallemos.
Ser fiel y no fallarle significa tener fe, mantenerse unido, aprender a sonreír en medio de las pruebas, aceptar con amor los tratos de Dios, siempre obedecer al llamado, guardar Su pacto hasta la eternidad; que aun cuando el sol no salga y los vientos nos golpeen siempre confesemos que Él es nuestro Señor. La manera de responderle muestra quién es Él para nosotros y el inmenso amor que Le tenemos, estando Él por encima de toda circunstancia.
Dios no está esperando que Lo llenemos de halagos y promesas. Él quiere que simplemente en nuestro corazón esté escrita la palabra FIEL. Entonces Su respaldo vendrá como la lluvia en los tiempos de sequía, llenando los campos de un nuevo aroma para dar el mejor fruto, aun cuando no es el tiempo de cosecha.
La obra del Señor descansa en aquellos hombres y mujeres que fueron probados como Sadrac, Mesac y Abed-nego, quienes no se inclinaron hacia otros dioses; el fuego no se enseñoreó de sus cuerpos, ni se quemaron sus cabellos, ni sus mantos se alteraron, ni el olor del fuego quedó en ellos. Esto así porque confiaron en Él, desobedeciendo el mandato del rey, pues prefirieron entregar sus cuerpos antes que rendirse a otro dios que no fuera su Dios.