Seamos prácticos

Seamos prácticos

A propósito de que una coyuntura realmente difícil del mercado petrolero nos coloca contra la pared, las autoridades adelantan aumentos sin precedentes en los precios de los combustibles y restricciones de circulación para inducir ahorro.

Se ha adelantado la posibilidad de restringir, a partir de la semana próxima, que circulen en miércoles los vehículos cuyas placas terminen en números pares y que circulen en jueves los que terminen en números nones.

Aparte de que aplicar este procedimiento requeriría una complicada logística, durante esos dos días cada semana se privará a muchos ciudadanos (vendedores, visitadores a médico, servicios de entrega de paquetes y otros) de sus vehículos, que son verdaderas herramientas de trabajo, instrumentos de producción.

Paralelamente, se inducirá una sobredemanda de transporte público difícil de cubrir en las circunstancias actuales. OMSA tenía 927 vehículos en el año 2000 y actualmente solo tiene 380, para citar una limitación.

Además, en términos reales, una parte considerable del combustible que se ahorraría en virtud de las restricciones será demandada por el transporte público, que deberá acelerar su ritmo para satisfacer la sobredemanda de asientos.

Se reconoce que las circunstancias obligan a medidas drásticas de ahorro, pero debe haber preferencia por economizarlo en las fuentes que no utilizan el combustible para impulsar producción de bienes y servicios. Sería entendible que, por ejemplo, se impusiera esta restricción sábado, domingo y días feriados.

Necesitamos ahorrar, pero para lograrlo debemos actuar de manera bien ponderada y, sobre todo, ser prácticos.

Drama doloroso

Un golpe de la naturaleza ha llevado calamidad al estado de Louisiana y fundamentalmente la ciudad de Nueva Orleans, en los Estados Unidos.

La situación actual está dramáticamente delineada por un inconcluso conteo de víctimas fatales, miles de familias severamente damnificadas por haberlo perdido todo, precariedad extrema en servicios vitales, un auxilio que fluye a cuentagotas y el orden público bajo el asedio del pillaje.

Ante el panorama, un médico de uno de los hospitales de la ciudad llegó a expresar con pesadumbre que la situación le hacía sentir como si estuviera en un país del Tercer Mundo. Eso es mucho decir en una nación como los Estados Unidos.

En términos materiales es muy poco lo que otros países, y particularmente la República Dominicana, pueden ofrecer a los miles de damnificados de este embate de la naturaleza.

Aún así, en circunstancias como las actuales debemos volcar nuestra solidaridad hacia tantas familias afectadas por las secuelas del azote del huracán Katrina, que virtualmente ha hecho desaparecer toda una ciudad. Es momento de estar del lado de esta gente que sufre un drama tan doloroso.

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