)Secta? No, señor, (religión!

)Secta? No, señor, (religión!

Hace días o quince días (minutos más, minutos menos), leí un artículo en el que el autor calificaba de «secta» a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana.

Además, refiriéndose a Su Eminencia, Nicolás de Jesús cardenal López Rodríguez, aseguraba que no se trataba de nadie especial, sino de un hombre igual a otro, con los mismos derechos y deberes.

Bien, haciendo abstracción total sobre la fé religiosa del autor del citado artículo, es de orden enseñarle (no recordarle) que la palabra «secta» viene del latín «sectam», de «sequi», seguir. Se trata de un conjunto de personas seguidor de una ideología doctrinaria. También significa «grupo disidente MINORITARIO en las religiones constituidas.

Las sectas, desde Martín Lutero (1483-1546) hasta la fecha, son desprendimientos de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Por tanto, llamar «secta» a la religión cristiana, encabezada por la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, es un irrespeto o, en el mejor de los casos, un acto de ignorancia que, en el punto que nos ocupa, y sabiendo yo de la vasta cultura del autor del artículo de marras, no entiendo.

Además, no hay que leer entre líneas para darse cuenta cualquiera de que el articulista no guarda ningún respeto por el cardenal López Rodríguez, quien no es un hombre común y corriente, sino todo un príncipe de la Iglesia, a quien la ha tocado el inmenso honor de representar al papa Juan Pablo Segundo en dos congresos eucarísticos mundiales. Y el haber sido escogido entre más de 100 cardenales de todo el mundo, habla claramente de la categoría (en todos los aspectos) de López Rodríguez.

Yo, que he seguido la carrera de nuestro cardenal desde que era un simple sacerdote en La Vega, puedo decir con todo derecho que no se trata de un hombre «común y corriente», aunque como ciudadano sea igual que cualquiera a la hora de cumplir nuestras leyes.

Respeto que Mengano, Sutano o Perensejo sea ateo, que no crea ni «en Dios ni en sus santos»…aunque sus hijos hayan sido bautizados en nuestra Santa Iglesia. Ahora, es otra cosa que se pretenda minimizar a lo que es grande, inmensamente grande, a algo que ha sido respetado por todo el mundo a través de 2,000 años.

Pero hay algo que no comprendo. Y ese algo es el que exista un ser inteligente que no crea en que la hoja de ningún árbol se mueve si no es porque Dios lo quiera. Es incomprensible que una persona que ha leído sabe Dios cuantos libros, no crea en que existe vida, después de la vida; premio para los que han respetado los mandamientos de la Ley Divina y castigo para los que los han ignorado.

Y, que conste, creo que todos en algún tiempo hemos sido como el articulista que hoy nos ocupa, aunque no en lo que se refiere a la existencia de Dios. Todos, en algún momento, nos hemos hecho indignos de la benevolencia divina, aunque luego hayamos confesado nuestras culpas de todo corazón.

Personalmente, espero que el articulista haga eso, que se arrepienta, porque 1,500 millones de personas no pueden estar equivocadas y solo él estar en lo cierto. Ojalá y él me comprenda sin caer en «baches» innecesarios.

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