Seducción política:
Balaguer, Hipólito y Leonel

Seducción política: <BR>Balaguer, Hipólito y Leonel

El carisma proviene de la valoración positiva que hace un grupo humano de las características personales de un líder.

Es importante en diversas actividades humanas, y particularmente útil en política, por la gran cantidad de personas que un gobernante debe seducir; además, porque la política es un terreno altamente competitivo donde se disputa el poder en sentido amplio.

Distintas características pueden operar como fundamento del carisma. Lo común es la atracción que seduce.

Para concitar apoyo, Joaquín Balaguer combinaba la agudeza de su intelecto con el miedo y su fragilidad física. Era temido y venerado. Su voz parecía quebrarse en medio de la languidez corporal, aún cuando anunciara medidas draconianas o justificara eventos atroces. Para unos, fue un buen líder que gobernó en condiciones adversas; para otros, fue un malvado.

Antonio Guzmán y Salvador Jorge Blanco fueron presidentes de bajo perfil carismático. La seducción política la suplió José Francisco Peña Gómez, quien sirvió hasta su muerte de sostén carismático del PRD con su estremecedora oratoria.

Hipólito Mejía ofreció al país un fuerte referente carismático con un lenguaje directo, campechano y de aristas cínicas que le permitieron enganchar con lo popular. La jocosidad de Hipólito era asimilada fácilmente y se reproducía a través de sus expresiones. “Si la calle está dura, suban a la calzada”.

La jocosidad y el lenguaje directo cautivaron durante la campaña electoral de 2000 y en los inicios de su presidencia. Pero al avanzar su gobierno sin resolver muchos de los problemas, y con una creciente crisis económica para el 2003, la discursiva jocosa perdió efectividad.

Los chistes dejaron de ser chistosos, y en vez de seducir, el estilo de Mejía se tornó irritante para amplios segmentos de la población.

Leonel Fernández fundamenta su carisma en su intelecto, la moderación y la cortesía. Eso le ha permitido atraer a su coalición gobernante los más disímiles elementos de la política dominicana, desde la derecha, que le sirve de sostén, hasta pequeños remanentes de la izquierda.

Sus características carismáticas le permiten casi siempre intervenir con éxito mediático en la solución de los impases que surgen. Por eso un almuerzo en Palacio con directores de medios y una cumbre con segmentos de élites se han convertido en sus mecanismos favoritos de resolución de conflictos.

La fortaleza de sus atributos carismáticos depende, sin embargo, de mantener una relativa estabilidad económica y una cierta perspectiva de progreso. Si se descarrila o irrita, perdería el aura de político conocedor, moderador y cortés.

Estas características han facilitado el rápido ascenso de Leonel Fernández en la política dominicana, pero a la vez le impiden tomar grandes decisiones para hacer avanzar la democracia dominicana. No se atreve a ofender a ningún grupo de poder económico, social o político.

Por eso, a pesar de estar en su tercer período presidencial, no logra exhibir grandes avances institucionales, y cada día parece más atrapado en una maraña de intereses.

Las dificultades económicas actuales hacen más vulnerable su gobierno y su liderazgo porque aumentan los descontentos. Pero su atrapo le dificulta promover cambios, e insiste en hacer y decir más de lo mismo. Puede renovar el encanto con una reunión o unas palabras, pero rápidamente resurge el cansancio.

Le favorece, sin embargo, la precariedad de la oposición partidaria que por su pasado funesto en el gobierno y la debilidad actual de liderazgo, no logra generar grandes encantos en la población.

Cuando los líderes no se renuevan pierden la capacidad de seducir y gobernar con efectividad. Leonel Fernández está atascado y todavía le faltan tres años para concluir su tercer mandato.

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