Seducidos por la civilización del siglo XXI

Seducidos por la civilización del siglo XXI

En toda la historia hasta las décadas finales del siglo XX, los dominicanos habíamos estado sumergidos y temerosos del poder divino lo cual nos amarró formando una sociedad muy crédula y con miedo a cualquier manifestación de la naturaleza como si se tratara de un castigo divino.
Terremotos y huracanes así como asonadas cívicas, enfermedades y pleitos familiares se consideraban como algo de un castigo sobrenatural. Eso obligaba a largas sesiones de penitencia y de buscar el perdón por las faltas cometidas. Mientras tanto las manifestaciones naturales y explosivas de la carne se mantenían con mucho recato entre las cuatro paredes de las casas. Tan solo a sotto vocce se comentaban los deslices frecuentes que ocurrían en cada rincón y barrio de los pueblos.
Las amantes o queridas eran algo aceptado y se consideraban como una cosa de hombre ir cada tarde a visitar a su compañera extralegal, mientras la esposa permanecía en el hogar atendiendo a los hijos o administrando los negocios. Todo era muy cómodo y con mirar para otro lado uno se quedaba tranquilo ya que no ocurrían con frecuencia esos escándalos que estremecían a los pueblos que algunas veces terminaban en penosas tragedias de un marido o de una mujer adúltera atrapados a veces in fraganti.
Tal era el siglo XX para los dominicanos atrapados en una dictadura iniciada en 1930. Fue una época en que se aceptaba que el dictador tuviera sus amantes en cada población. A ella se le rodeaba de todas las comodidades de la época y se convertían en una persona a tomar en cuenta para las decisiones políticas de su demarcación. La Iglesia mantenía su poder aun cuando se conocía de las debilidades y deslices de algunos de sus miembros. Y estos no eran el mejor ejemplo de la castidad exigida a sus miembros para mantener la mesura y el decoro de sus funciones como ejemplo a seguir en cada sociedad pueblerina.
Pero todo comenzó a cambiar cuando el país, después de la revolución de abril de 1965, se abrió al mundo y todas esas corrientes del modernismo invadieron a nuestros hogares y alteraron nuestras costumbres. Ya el hijo reaccionaba a la tutela de los padres y no aceptaba orientaciones ni consejos, se volvía respondón y dueño de sus decisiones. Es que ocurrió el contagio con otras sociedades más desarrolladas a las cuales penetraba la migración dominicana. En esas sociedades, como la norteamericana transformada después de 1945, los escándalos de los famosos se divulgaban en los medios y se derrumbaban muchas figuras con aureola de honestidad y seriedad.
De repente el siglo XXI nos ha seducido y nos encuentra viviendo en una sociedad muy permisiva en donde el poder de los padres ha quedado muy lesionado cuando los hijos actúan en base a sus criterios forjados por una apertura de la cultura al alcance de todos. Ahora es normal que los matrimonios sean precedidos de una etapa de conocimiento íntimo sin el respaldo canónico o de la ley. Ya los matrimonios no son frecuentes antes de los 25 años. Ahora, después de un período íntimo de prueba para ver si se entienden, formalizan sus relaciones después de los 35 años. Los matrimonios frecuentes antes de los 25 años son cosa del pasado. Los matrimonios de mujeres con más de 36 años es la norma casi al final de su fertilidad y aplicando las mujeres un control de natalidad aun cuando todavía pueden disfrutar de la alegría de uno o dos hijos.
Las redes sociales han acelerado el derrumbe de lo quedaba de tradicional en las costumbres locales. Por las redes se emiten verdades y mentiras de forma que con solo esparcirse el rumor ya quedan mancilladas reputaciones o sucesos que son fruto de la imaginación de quien sabe hacer uso perverso de las mismas. Y en esta época de tapones interminables en las calles, por la saturación de los vehículos en circulación, el uso de las redes es indispensable para los negocios, estudios, y estar al tanto de los sucesos. Y las redes es el medio más eficaz para las nuevas actividades bancarias que permiten realizar todo lo que antes requería de una presencia física de la persona en la oficina de un banco.
El internet y los chats han penetrado todos los recovecos de la cultura. Y lo que se había hecho en alcobas u oficinas clandestinas sale a relucir en dosificados informes y así se derrumban las reputaciones que eran inconmovibles en la sociedad. Todos los países están sufriendo el destape y divulgación de indelicadezas que empañan la vida de los que una vez eran orgullo como seres predestinados para salvaguardar los valores morales de la Patria que todavía algunos todavía perduran.

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