Seguimos entre los más pobres

Seguimos entre los más pobres

POR JUAN BOLÍVAR DÍAZ
La República Dominicana ocupa el cuarto lugar entre los países peor alimentados de América Latina, con la cuarta parte de su población subnutrida, según reveló esta semana el representante en el país de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Antonio Morales Mengual.

Para ser más preciso el funcionario internacional señaló que uno de cada cuatro dominicanos o dominicanas no consume los alimentos suficientes para obtener la energía que les permita llevar una vida activa sana. En otras palabras eso significa que pasan hambre.

Pero como el informe citado por Morales Mengual, data del período 2000-02, antes de la devastadora crisis financiera que aumentó los niveles de pobreza extrema en 4 por ciento, a estas alturas es mucho más alto el porcentaje de los habitantes de esta tierra que apenas ingieren lo imprescindible para sobrevivir.

Ya en febrero pasado la oficina nacional del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) reveló que los que viven en pobreza extrema habían pasado del 29 al 33 por ciento, entre el 2002 y el 2003, y éstos sí incluían ya el período de mayor degradación de vida de la última década.

Para los que no están bien informados es necesario precisar que pobreza extrema en el discurso internacional quiere decir que se recibe menos de un dólar por día, y que un dólar hoy son 29 pesos, con lo que apenas se puede comprar una libra de arroz y media de habichuelas. Lo que implica no disponer de nada para vivienda, educación, transporte y servicios de todo género.

Según el informe, citado por la agencia EFE el 19 de febrero, los dominicanos que viven bajo la línea de pobreza, ascienden a 5 millones 700 mil, alrededor del 54 por ciento del total, y citaba entre los factores del crecimiento las quiebras bancarias del 2003 que lesionaron severamente la economía nacional.

Informes como estos, además de los indicadores de aumento de la criminalidad y la delincuencia, de las muertes por accidentes y a manos de la Policía Nacional, y de la violación de los derechos humanos, afianzan una imagen de extrema fragilidad de la nación dominicana ante el resto del mundo.

Tales informes deberían producir conmoción en el país. Pero no, están pasando por debajo de la mesa, sin que la mayoría se de por aludida, sin que nos detengamos a debatir sus causas y a buscarle solución.

Si pasamos revista a los periódicos dominicanos de los últimos meses, comprobaremos que las energías nacionales se consumen en los debates más insólitos, como por ejemplo los espectáculos nudistas de la avenida Lincoln, los dos jóvenes muertos en un torneo de consumo de alcohol y los trajes más espectaculares exhibidos en la premiación Casandra. O en las barbaries delincuenciales de Azua y Navarrete, en el narcotráfico y en la tragedia de la cárcel de Higuey. Cuando no en las miserias de la politiquería nacional.

En los últimos dos meses hemos tenido otros dos temas de magnífico entretenimiento: la isla artificial que se proponen construir frente al malecón de Santo Domingo, y el metro, que según sus promotores ubicarían el país en la etapa de la postmodernidad.

Lo de la isla artificial es un bochorno después que hemos pasado décadas defendiendo la norma que prohibe edificar en el lado sur del malecón, para no afectar la hermosa vista del mar Caribe, con sus «olas que se mecen cual hamacas tropicales», como diría Juan Sánchez Lamouth. Ahora quieren levantar toda una ciudad satélite dentro del mismo mar para privatizar también la vista al horizonte caribeño.

Queda el consuelo de que la tal isla se haría con recursos privados. Más ofensivo es que sigamos discutiendo la procedencia de un metro, que se llevaría una alta proporción de la inversión estatal de los próximos años, mientras los organismos internacionales, como el PNUD y la FAO, nos informan que estamos desbordando los parámetros de la pobreza y la extrema pobreza o indigencia.

Es una verdadera tragedia que muchos dominicanos y dominicanas que inciden en el rumbo de la nación sigan ignorando la terrible realidad nacional, creyendo que todos vivimos con un pie en Miami o Nueva York y otro en Santo Domingo. Porque la multiplicación de la delincuencia nos está indicando que con tan extrema desigualdad en la distribución del ingreso nacional no habrá paz ni seguridad para nadie.

Hasta por egoísmo deberíamos poner atención a los avisos que nos están dando los organismos internacionales sobre el incremento de la pobreza en el país.

Publicaciones Relacionadas