Seguir la ruta propia

Seguir la ruta propia

Hagas lo que hagas, siempre tu trabajo encontrará críticas feroces. No hay modo de pasar por la vida sin rechazo alguno, como atraviesan los neutrones el núcleo del átomo. Hay un refrán popular que dice: “nadie es monedita de oro que obtenga la aceptación de todos”. A medida que envejecemos se nos hace evidente que debemos “cantar nuestra canción”, sin contar con el aplauso de los demás. Los profesionales de cualquier disciplina conviven con sus “competidores”, que son “entendidos en la materia”; y al mismo tiempo, rodeados de personas que comprenden poco del trabajo que realiza cada uno. Unos censuran por desconocimiento, otros por “intereses personales”.

Grandes artistas del Renacimiento italiano se descalificaban mutuamente; unas veces a causa de una envidia radical, otras veces por monopolizar algún mecenas que facilitara la realización de sus proyectos. La oposición encarnizada entre políticos, la “impedancia” metódica entre funcionarios, las pugnas entre artistas, no pueden ser erradicadas en ningún país subdesarrollado… o “de los otros”. Los seres humanos se habitúan a vivir entre matorrales de cactus. No sé si Carlos Darwin, en sus ejemplos de adaptación al medio, mencionó la resistencia a la mala voluntad. El pueblo judío es el grupo humano con más experiencia en nadar río arriba, con los espectadores en contra.
El grandísimo número de judíos que ha destacado en las artes, las ciencias, la literatura, indica que, a pesar del rechazo social, los hombres pueden alcanzar sus metas profesionales, de negocios, de vocación musical. Esa “impedancia” ha determinado que los judíos sean más tenaces y disciplinados que otros grupos sociales que no han padecido exclusiones ni persecuciones. Quienes viven acosados por la intolerancia, terminan exigiendo más de sí mismos. Quizás esa sea la causa de que entre judíos haya tantos Premios Nobel.
La población judía es relativamente escasa. Contando a los judíos rusos, norteamericanos, argentinos y añadiéndolos a los israelíes residentes en el nuevo Estado fundado en 1948, sean emigrados o nacidos allí, la población total sigue siendo pequeña. No hay “proporcionalidad” entre tantos premiados y tan pocos habitantes. Los pinchazos de los cactus producen infecciones; también endurecen la piel. Rechazos y bloqueos pueden ser estímulos para superar todas las barreras. La “impedancia” nos incita.

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