BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Algunos senadores, legisladores muy influyentes, están consiguiendo la proeza de someter el Senado de la República a la voluntad del grupo perredeista conocido como PPH. Su fortaleza y su decisión de demostrar que tienen la sartén agarrada por el mango fue hecha pública el martes, cuando lograron abortar la sesión con una sola llamada telefónica, según los reportes de prensa. Se trataba de una sesión muy importante y muy esperada tanto en el seno del Poder Ejecutivo, sobre todo entre los miembros de su equipo económico, como en el Fondo Monetario Internacional (FMI) y en la comunidad empresarial del país.
En esta sesión quedarían aprobados los proyectos de emisiones de bonos por un monto superior a los ocho mil millones de pesos, unos fondos necesarios para cumplir una de las condiciones del acuerdo con el FMI. Pero más pudo el interés del PPH que la frágil situación de la economía dominicana y las demandas del todopoderoso y exigente Fondo Monetario Internacional. Porque para los dirigentes del PPH es más importante su juego político, su ajedrez particular de grupo que busca, por encima de todo, la protección de sus miembros, sobre todo la de los más destacados. Por suerte, la sabiduría popular enseña que de todo hecho negativo se pueden derivar lecciones positivas. Es decir, hay, ahora, un escenario político del cual se pueden cosechar hechos importantes para la vida política inmediata de la nación. Y estos hechos podrían cambiar, incluso, la vida interna del Partido Revolucionario Dominicano. El martes mismo, cuando la sesión mencionada fue abortada, el presidente del Senado y varios otros legisladores expresaron públicamente su descontento por el manejo unilateral, voluntarista y parcial que algunos de sus colegas y dirigentes pepeachistas hicieron de la reunión. Fue claro y explícito su enojo y su desacuerdo con un comportamiento tan brusco, tan impolítico y tan evidentemente chantajista. Esa manifestación pública de descontento es conveniente a la política dominicana y de manera particular al PRD. Porque expresa, de modo muy leve pero importante, que hay perredeistas que no quieren que su partido sea arrastrado como una carreta sin rumbo por el PPH, y que hay senadores que quieren salvaguardar eso que en el pasado llamaban la dignidad política. Hasta ahora los legisladores, diputados y senadores han sido capaces de entenderse con el Poder Ejecutivo para discutir, analizar y llegar a acuerdos para aprobar aquellas medidas necesarias dentro del cuadro de negociaciones con el FMI. Con esta actitud, reconocida por la sociedad y sus entidades representativas, unos y otros se ponen a la altura de sus deberes y responden de manera adecuada al interés de los electores que los eligieron. Lo que el PPH procura ahora, por razones ampliamente intuidas por los ciudadanos, es poner fin a esta cadena de colaboración sin importarle las consecuencias para el gobierno y, por consiguiente, para el país. Esta manera verdaderamente aldeana de hacer política no solo hay que rechazarla, sino que debe ser erradicada y expulsada sin mayores miramientos. No hay motivos válidos para que los contribuyentes tengamos que financiar estas imposturas de unos señores cuyo paso por el gobierno solo dejó empobrecimiento, pequeñez y retraso social y económico. Hay que poner el país en condiciones para avanzar, para superar el escenario de déficits fiscales, debilidad cambiaria, desempleo y contracción, y todo el que se oponga a que este objetivo sea logrado debe ser arrastrado y puesto en el sitio que merece. El mismo Partido Revolucionario Dominicano, en lo que le compete, debe regresar a los tiempos cuando sus políticas eran trazadas desde el Comité Ejecutivo y desde la Comisión Política, y no desde grupos periféricos como se hace ahora, por políticos de pantalones cortos. ¿O es que vamos a seguir a merced del PPH)