Segundo año de Gobierno: A disolver paradojas

Segundo año de Gobierno: A disolver paradojas

El Presidente Medina, agotado la cuarta parte de su período, está compelido a disolver las paradojas que entorpecen su gestión expresadas sumariamente en insatisfacciones ciudadanas que coexisten con amplio apoyo popular, según acaba de evidenciar Pulso Dominicano, en coincidencia con el pálpito nacional de mantener esperanzas nacionales abonadas por pavores sobre aleatorios retornos de predecesores funestos.

De esta paradoja sumaria derivan otras: condescendencia al gobierno anterior, consentimiento a criterios preexistentes del gasto y aferramiento a políticas propias del modelo económico precedente.

No nos explicamos la condescendencia expresada en la protección jurídica y permanencia ministerial a personeros que protagonizaron los períodos presidenciales más inescrupulosos y deficitarios en nuestra democracia. Menos aun cuando esos funcionarios son los causantes de insatisfacción ciudadana por estar sindicados, vía rumor público, como comitentes de actos dolosos. Y cuando la oposición más  sustancial al gobierno proviene, excluyendo pasquines, del Observatorio Político de FUNGLODE a través de estudios incitantes de desestabilizaciones como el caso de demandas salariales alentadas en su página WEB transmitiendo “ánimos de luchar de los gremios” por aumentos salariales en función de la canasta familiar; como también reproduciendo opiniones obstaculizadoras de propósitos educativos, nacionales más que gubernamentales, como el inapropiado señalamiento por FUNGLODE de impedimentos para alcanzarlos: “alta nómina… escasez de personal calificado… intervención e incidencia de la política… falta de maestros competentes…”.

Otra paradoja es el consentimiento de gastos inadecuados y sin resultados, ineficaces e ineficientes, ante un Presidente que proyecta imagen de austeridad. Austeridad no solo significa gastar poco sino gastar bien, “rigurosamente ajustado a las normas de la moral” reza el DRA. Implica eficacia, esto es: lograr un propósito con calidad; y eficiencia: alcanzarlo al menor costo posible. Todo ello resulta paradójico ante administraciones acostumbradas a medir su gestión únicamente por gastar dinero sin preocuparse por mostrar resultados sociales o económicos aportados. Por estos criterios hay empleados que cobran sin trabajar o reciben más de una remuneración violentando disposiciones constitucionales y legales, organismos administrativos inoperantes, subsidios sociales fomentadores de parasitismo y corruptela comercial, subsidios eléctricos enriquecedores de empresarios. Y se destruyen obras brindando servicios para reconstruir otras que sirven menos.   

Tampoco entendemos el aferramiento a políticas propias determinante del modelo económico anterior. Mientras el Presidente emite señales de atender prioritariamente nuestro sistema de producción primaria, su administración mantiene intacto el predominio de una economía rentista-especulativa al seguir operando deficitariamente convirtiendo al Estado en el principal objeto de inversión privada, a tasas tan elevadas que aleja posibilidades de esta inversión en sectores primarios. Con razón  industria y construcción decaen,  agropecuaria crece lentamente; mientras bancos y seguros crecen desbordadamente.

Romper estas paradojas constituye  imperativo nacional.

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