Segundo Armando

Segundo Armando

SALVADOR PITTALUGA NIVAR
Es un caso corriente entre los periodistas, el que esa profesión tan vocacional se imponga sobre cualquier otra. En nuestro país soy uno de varios, que a pesar de ser graduado de abogado desde 1958, pocas veces me he puesto la toga y el birrete para subir al a estrados.

El doctor Segundo Armando González Tamayo, siendo vicepresidente de la República, y con la humildad que le fue característica, sufrió un accidente, cuando se le cruzó un transeúnte mientras conducía su automóvil.

Entre tantos abogados, seguramente más capacitados, y con mayor experiencia forense, él aceptó que fuera yo quien le defendiera ante la Suprema Corte de Justicia, tribunal que debía conocer del asunto en razón de su investidura. Traigo desde mis recuerdos esa circunstancia, como muestra de una de las tantas deferencias que recibí del respetado amigo recientemente fallecido.

Evidentemente que el profesor Juan Bosch escogió al doctor González Tamayo para que fuera su vicepresidente, porque había calado los recios valores humanos que le adornaban. Llevado por esa posición a lo que podríamos llamar la vida política, nunca conocí a un «político» tan poco parecido a las cualidades, o más bien los defectos, que caracterizan a ese personaje.

El doctor González Tamayo, rebosaba bondad. Firme en sus convicciones, cumplió a cabalidad sus funciones, y tomó el camino del exilio con toda dignidad, acompañado de su adorada esposa y de sus hijos.

Nunca más volvió a nuestro regreso, a la vida política. Se concentró en el ejercicio como médico, desde donde, me consta, lo practicó con mucha bondad y desinterés.

Hace un par de años, en el acto para la puesta en circulación de un libro, estando él presente me referí a que, cerca de la una de la tarde del 27 de febrero de 1963, en el Palacio Nacional, al reunirse en el despacho del presidente Bosch, éste contestó a su comentario «ya somos gobierno mi presidente», diciendo: ¡sí, pero recuerde que estamos tumbados!

Bosch sabía que había quedado pendiente su derrocamiento, que estuvo fijado para días antes de su juramentación, y que fue pospuesto por su ofrecimiento de no remover a los jefes militares, por los menos durante los primeros seis meses del gobierno. Pienso que esa oferta, que llegó a los militares a través de mi persona y que luego Bosch confirmó, fue la que hizo posible que aquel gobierno, durara precisamente, seis meses y algunos días.

Pocos los sabíamos, pero Bosch y también Armando González, tuvieron el coraje de correr todos los riesgos, y gobernar sabiendo de la hostilidad militar que les rodeaba.

Pero había que ganar tiempo, como me dijo en ocasión memorable el mismo presidente Bosch. ¿Tiempo para qué? Para sembrar la democracia en nuestro país. ¡Y lo hicieron!

Con la ceremonia protocolar y los honores correspondiente fue llevado al lugar definitivo de su descanso el doctor Segundo Armando González Tamayo. Pocas veces el suelo de la patria ha recibido a un hombre tan valiente, tan humano y tan humilde. Que duerma bajo la protección de Dios…

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