Segundo sexo

Segundo sexo

Dignidad

Siempre me he sentido fuera de lugar cuando alguien, que generalmente no me conoce, me encasilla como “de abajo”. A veces, con un tono condescendiente como si estuviera perdonándome algo; o que por decir “nosotros, los de abajo” me otorgara algún estatus.

Convengo en que los seres humanos desarrollamos estereotipos y juzgamos a cada quien por el sitial que entendemos tiene en la sociedad, pero sepa usted que no necesito su condescendencia, porque no comparto sus orígenes. No pertenezco a los “de abajo”.

Cuando usted me estereotipa, intenta anularme, hacerme perder mi identidad, convertirme en una más del montón. En manada. Y no lo soy. Provengo de una familia para la que el dinero nunca fue un tema de conversación familiar cuando de valores se trataba. La superación personal, la honestidad y la transparencia fueron mi sino. Nunca necesité el permiso de nadie para decir lo que pienso, ni tampoco hipotequé mi conciencia para ganar adeptos o dinero. No he hecho filas ni he votado a cambio de dádivas y adquirir bienes materiales fue consecuencia del trabajo honesto y nunca de la escalada a través de mi cuerpo, mi mente o mi espíritu. No necesito un Amet para que me recuerde mis deberes ciudadanos ni de un psiquiatra para evitar las críticas enfermizas.

No soy de abajo. Puedo disfrutar de una obra de arte esté o no calzada con la firma de algún famoso. La música es siempre una vía para elevar mi espíritu. No corro detrás de nadie, sea presidente, político o artista.

El Alpha, Omega o El Lápiz no escriben ni siquiera una palabra en mi vida. No soy de abajo. Busqué siempre la compañía de personas inspiradoras y desde niña cultivé las letras y la lectura como forma de crecimiento y plenitud personal. Detesto los chistes en los que hieren a los demás o los programas de TV en los que la pobreza económica es objeto de burla.

No soy de abajo. Prefiero ser engañada por un vivo que me ve cara de incauta a convertirme en aquel que da el zarpazo. No me ufano de la maldad y busco en el otro ese destello de luz que me habla de humanidad. No soy de abajo. El vocabulario de la juventud que hace honor a la droga, al “romo” y al sexo no me identifica.

El color de mi piel, mi ropa poco lujosa y mi estilo de vida sin pretensiones no me determinan; y si a usted le parece lo contrario, se equivoca.

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