Segundo sexo. El genio en la botella

Segundo sexo. El genio en la botella

Con frecuencia pasmosa acuden a mi mente relatos completos nacidos de la imaginación. Acaso algunos que una que otra vez pueden estar matizados de recuerdos pasados, de historias conocidas, de noticias olvidadas; pero casi siempre historias que dimanan de mi mente como si tuvieran vida propia y que, sin pedir permiso ni ruborizarse, se apropian de mí como si tan solo fuera un canal por donde brotan historias, un surtidor que, en vez de agua, derrama a borbotones letras, palabras, frases incoherentes, oraciones con riguroso sentido.

Otras veces, sequía absoluta. Horas largas, días completos en que coloco frente a mí la página en blanco, en espera de que una idea prenda, un recuerdo aflore con nuevos colores. Nada. Acudo a un libro, entro a un blog, bajo un pdf con la urgencia del enfermo que acude a la botica en busca de su medicina, con la fruición del que frota la botella para que salga a la luz el genio.

Entonces, leo incesantemente. Busco escritores ya olvidados, poetas florecidos en tiempos atrás, nóveles y fogosos periodistas que ensayan con sus notas un proyecto literario en ciernes. En una ocasión, tras sufrir el agobio, decidí comprar una grabadora para aprovechar esos momentos en que mi mente es capaz de parir historias, aun en mi contra.

Un plato fregado o tal vez un gesto tierno destapaba en mí el genio en la botella. Rauda, acudía a mi

grabadora buscando apresarlo. Fracaso total. Mi mano no era capaz de expresarse con la misma rapidez que mi mente.

Thomas Mann dijo que un escritor “es una persona para quien la escritura es más difícil que para otras”. Sería más que pretencioso tacharme de escritora. ¡Ay!, ¡pero cuánto me cuesta, a veces, encontrarme a mí misma!

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