Segundo sexo
La “niña” Edith


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El lenguaje es una herramienta que construye, deconstruye, destruye y reconstruye. Es maravilloso analizar cómo una palabra puede tener connotaciones diversas, que requieren más de una imagen mental para recrear el concepto y otorgarle significado.

Pero el lenguaje también sirve para negar u ocultar a las mujeres y su valor. El machismo ha tomado palabras comunes para añadirles nueva connotación; y otras veces, terminan siendo un eufemismo o un disfemismo que le da otro color, otro aroma.

Todo esto  viene a cuento porque en días pasados escuché a un entrevistado en el programa “El Despertador”, dirigirse a Edith Febles llamándola “niña”. Esta palabra, hermosa, púdica e inocente, evoca en nuestras mentes lo mejor del ser humano, por lo que no se piensa que puede ser lanzada con otras intenciones. ¿O sí?

Quiero desligar a Héctor Sánchez, el entrevistado,  de cualquier mala intención o interés peyorativo, porque no se percibe una sola actitud consciente en él, durante la entrevista, que así lo haga suponer, solo utilizo este caso para análisis.

La cultura machista nos lleva a expresar pensamientos que colocan en escalafones diferentes a personas en igualdad de condiciones. Como el tema de discusión era la izquierda dominicana, área en la que Marino Zapete dio sus pasos, a Edith, por no ser parte de esa historia, por ser “inocente”, se le atribuye la condición de “niña”. Pero, ¿es esta expresión correcta para referirse a una conductora de trayectoria y profesionalidad? Creo que no. ¿Se le ocurriría a alguien llamarle “niño” a Zapete, solo porque trate un tema en el cual no haya estado directamente implicado? Me parece que la respuesta es negativa.

Siendo la lengua tan rica, y la altura profesional de los conductores elevada, ¿por qué darle un tratamiento de niña a una profesional de probada experiencia? ¿Por qué no se hace lo mismo con conductores masculinos? Simplemente, porque nuestra cultura machista ha enseñado a los hombres educados a ser condescendientes con las mujeres.

El sentido  positivo de la condescendencia alude al deseo de acomodarse a la voluntad del otro; el negativo, a una amabilidad que nace de un sentimiento de superioridad. Así es que cuando queramos ser condescendientes debemos pensarlo dos veces.

Si hablamos con adultos y profesionales lo correcto es darles el mismo trato. O son ambos niños o Febles y Zapete.

@fatimaisolina

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