Segundo sexo
La naturalización de la posesión

Segundo sexo<BR>La naturalización de la posesión

“Amar no es sufrir, y tenemos el derecho a ser felices. Éste es el bien supremo que nadie podrá quitarnos, así sea en nombre del amor.”

Viendo el “facebú” de una amiga, encuentro una viñeta con una frase que dice: ¡Yo soy mía, no soy de nadie; tú eres tuyo, no eres mío y nuestro amor es de los dos!

 Una frase que refleja que en una relación de pareja, lo que esta posee es el amor, por lo que el control físico y emocional es inseguridad y chantaje.

Walter Riso, en su obra “Amores altamente peligrosos”,  nos muestra las razones por la que las personas se enfrascan en relaciones nocivas, que agotan las energías y reducen los sentimientos a un círculo vicioso de complacencia que reduce a las personas a la condición de “cosa”

“Cualquier vínculo afectivo donde nuestros valores esenciales se vean amenazados es contraindicado para nuestra felicidad”, dice Riso.

Por lo que debemos convenir en que en el momento en que empiezan las señales de estar en una relación de posesión es necesario encender las alertas, para evitar que esas falsas muestras de amor, que en realidad es un desmesurado interés por atención, acabe destruyendo vidas.

En los frecuentes casos de violencia contra la mujer que se generan en nuestra sociedad, observamos que se tipifica al agresor como enfermo, antisocial, victimario y otros términos; pero pocas veces se interpretan las razones psicológicas por las que una mujer escoge siempre relaciones en las que ella resulta poseída y dañada..

Y es que la sociedad ha naturalizado la posesión de la mujer como un fenómeno equiparable al amor: “mientras más te amo, más te controlo y te celo”, cuando en realidad ese tipo de relación lo que hace es desgastar y confundir a ambos, creando en la mujer un sentido de culpabilidad cuando no actúa acorde a las exigencias de su pareja.

Desde las novelas televisivas hasta los patrones aprehendidos en el hogar están diseñados para que la mujer entienda el amor como autodestrucción o como aceptación del otro en toda su extensión, aun cuando esto implique  la destrucción de su pareja.

Educar en el respeto es la solución.

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