Seguridad aeroportuaria

Seguridad aeroportuaria

 El descubrimiento de una banda de tráfico de drogas que utilizaba con gran facilidad uno de los principales aeropuertos internacionales locales para enviar drogas hacia Estados Unidos y otros países ha puesto de manifiesto la necesidad de hacer más minuciosa y celosa la vigilancia de esta infraestructura imprescindible para el tráfico aéreo.

La investigación es iniciativa de autoridades de Estados Unidos que vieron con alarma la facilidad conque se trasegaba drogas hacia su territorio a través de aeropuertos locales.

Como se ve, la seguridad aeroportuaria va mucho más lejos que eliminar los riesgos de actos de terror y contrabando, pues el tráfico ilícito de estupefacientes es una de las grandes preocupaciones de la humanidad.

Es estimulante que la jefatura del Cuerpo Especializado de Seguridad Aeroportuaria (CESA) haya dispuesto cambios en los mandos de ese organismo en varios aeropuertos pues ello indica que hay en marcha planes para contrarrestar los actos ilícitos que por omisión o comisión tenían a los aeropuertos locales como catapulta.

Nuestro país ha logrado una muy buena certificación internacional en materia de seguridad de nuestros puertos marítimos. Hace poco recuperamos la Categoría Uno en materia de seguridad para la aeronavegación, que habíamos perdido hace algunos años.

Hay certificaciones  para los aeropuertos internacionales que se refieren a aspectos muy distintos de la aeronavegabilidad y que corresponden a la seguridad en materia de contrarrestar todo tráfico ilícito, como el de drogas,  armas y sustancias peligrosas, hacia territorios de terceros países.

Tenemos que evitar por todos los medios una “desclasificación” en materia de seguridad aeroportuaria en los ámbitos señalados, pues causaría  un enorme daño a nuestra economía y el intercambio comercial con otras naciones.

Seamos cada vez más cuidadosos y vigilantes para impedir, a toda costa,  que las puertas de entrada y salida de nuestro país sean utilizadas para fines aviesos.

Un mercado de conciencias

El mercantilismo o clientelismo  se ha convertido en el elemento más asqueante de nuestro ejercicio político pues su principales mercancías son la conciencia y las necesidades de los pueblos.

No es extraño, pues, que monseñor Fausto Ramón Mejía Vallejo, rector de la Universidad Católica Tecnológica del Cibao (UCATECI) se sitúe, junto a muchos dominicanos, entre los que repudian este estilo de ejercicio político.

Da igual que a cambio del favor político se den gallinas y papeletas o sueldos y posiciones cubiertas con dineros del erario. Hay faltas éticas en esta práctica y la primera de ellas es, quizás, que mediante la misma se tiran al zafacón las convicciones que siempre deben adornar toda causa social en que se involucre el género humano.

Hay pobreza moral entre quienes compran y venden conciencias, y se exhibe un fatuo poder de convencimiento, un falso liderazgo que se afianza en una fofa preferencia.

El panorama de nuestra política no puede ser más deprimente, pues mientras la mercancía en juego sea la conciencia, ya sea pagada con dineros del erario o con gallinas, las virtudes, principios  y valores estarán relegados al olvido.

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