Seguridad fronteriza EEUU: Altos costos, resultados no tan altos

Seguridad fronteriza EEUU: Altos costos, resultados no tan altos

Texas, EE.UU. (AP).- Encerrado en una cápsula del tamaño de una cabina telefónica suspendida seis metros (20 pies) sobre un campo de repollos en el sur de Texas, un soldado de la Guardia Nacional pasa una noche de domingo con una pistola sujeta a su cadera, mientras observa un naranjal cercano a través de lentes detectores de calor.

Apostar 1.200 soldados de la Guardia Nacional en la frontera durante un año cuesta 110 millones de dólares. Esa misma noche, hacia el oeste, un inquietante silbido atraviesa el silencio del amanecer mientras un tren de 1,6 kilómetros (una milla) de largo está detenido en el medio de un puente sobre el río Bravo.

En un ritual que se repite cada noche, un agente de Aduanas y Protección de Fronteras le quita el seguro a una puerta, un policía del ferrocarril desliza las pesadas puertas para abrirla, y ambos agitan los haces de sus linternas para inspeccionar debajo, arriba y en medio de la carga de automóviles y productos electrónicos, antes de que pasen a través de una máquina de rayos X en busca de personas o drogas ocultas.

Pasar una carga ferroviaria a través de una maquina de rayos X cuesta 1,75 millones de dólares. Esa noche, en el sur de Arizona, un vigilante ve algo extraño en un camión con un remolque cargado de carbón y solicita un examen más detallado. Perros entrenados para oler drogas comienzan a ladrar, y el guardia encuentra 3.600 kilogramos (8.000 libras) de marihuana en varios camiones.

El salario anual de un agente de Aduanas y Protección Fronteriza promedia 75.000 dólares. Un perro detector de drogas cuesta 4.500.

 En momentos en que el Congreso debate como financiar la frontera y los gobernadores exigen más asistencia, The Associated Press ha investigado lo que cuesta a los contribuyentes asegurar la frontera entre México y Estados Unidos.

 El precio, hasta ahora, no se ha hecho público. Pero AP, al utilizar los presupuestos de la Casa Blanca, informes obtenidos a través de solicitudes amparadas por la ley de libertad de información y transcripciones del Congreso, hizo las cuentas totales: 90.000 millones de dólares en 10 años. Para los contribuyentes que pagan esta cuenta, el resultado ha sido agridulce: menos inmigrantes ilegales, pero escaso impacto sobre el terrorismo. Y ciertamente no ha interrumpido la oferta de drogas.

Los terroristas que perpetraron los atentados del 11 de septiembre 2001 no venían de México, pero los ataques llevaron a los políticos a reexaminar la seguridad fronteriza. Diez días después, el presidente George W. Bush anunció un nuevo Departamento de Seguridad Nacional, con tareas que incluyen la seguridad de la porosa frontera sur del país.

En los siguientes 10 años, el gasto anual en la frontera se triplicó mientras Estados Unidos construyó una red sin precedentes a lo largo de la frontera de más de 3.000 kilómetros (1.900 millas) con México: 165 maquinas de rayos X para camiones y trenes; más de 1.000 kilómetros ( 650 millas) de cercas de alta resistencia y muros de hormigón; el doble de agentes a lo largo de todo el tramo, y una pequeña flota de aviones no tripulados Predator.

Además, cámaras de vigilancia remota, dispositivos de imágenes térmicas y sensores de tierra parcialmente enterrados que hacen sonar una alarma en la oficina central cuando alguien los pisa en el desierto.

«La obligación de asegurar nuestras fronteras implica la responsabilidad de hacerlo de la manera más rentable posible, y reconocemos que no hay una solución única para satisfacer nuestras necesidades de seguridad en la frontera», dijo el portavoz del Departamento de Seguridad, Matthew Chandler. Con el paso de los años, los objetivos de las medidas de seguridad en la frontera han cambiado.

Las preocupaciones iniciales de que los terroristas podrían filtrar armas desde México a Estados Unidos se vieron eclipsadas después por las preocupaciones sobre los violentos carteles de la droga que matan personas a lo largo del río Bravo.

A medida que la economía estadounidense decayó, prevenir que los inmigrantes ilegales cruzaran al norte en busca de trabajo se convirtió en el centro de atención.

«La seguridad fronteriza ya no trata sólo de responder al 11 de septiembre. Se convirtió en una parte muy importante del debate sobre la inmigración», dijo Jena Baker McNeill, analista de políticas de seguridad nacional en The Heritage Foundation, un instituto de investigaciones de tendencia derechista con sede en Washington.

 De hecho, detener a los inmigrantes en la frontera se ha convertido en una herramienta de negociación con el Congreso para las dos últimos gobiernos: vallas y guardias a cambio de reformar las leyes de inmigración, dijo Baker McNeill.

El aumento de recursos ha reducido drásticamente la inmigración ilegal. Hace diez años, los agentes fronterizos atraparon 1,6 millones de inmigrantes ilegales en un año. El año pasado atraparon únicamente 463.000.

 El descenso se atribuye en parte a la recesión en Estados Unidos, que disminuyó los puestos de trabajo aquí, pero también es una señal, de acuerdo con las autoridades federales, de que menos personas están intentando cruzar ilegalmente la frontera. Sin embargo, el gasto no ha servido para detener el flujo de drogas ilegales.

El año pasado, los guardias fronterizos incautaron las cifras récord de 115.000 kilogramos (254.000 libras) de cocaína, 1,6 millones de kilogramos (3,6 millones de libras) de marihuana, y 1.900 kilogramos (4.200 libras) de heroína. Como respuesta, los jefes de los carteles mexicanos simplemente enviaron más: trenes cargados de marihuana y cocaína escondida en los parachoques y los tableros o heroína camuflada en los zapatos de hombres jóvenes.

Se calcula que unos 230.000 kilogramos (660.000 libras) de cocaína, 20.000 kilogramos (44.000 libras) de heroína y 100.000 kilogramos (220.000 libras) de metanfetaminas circulan en las calles estadounidenses en un año cualquiera, de acuerdo con la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas. Una fracción de esa cantidad se incauta en la frontera, un pequeño costo operativo para los narcotraficantes en México, que obtendrán unos 25.000 millones de dólares este año de sus ventas en Estados Unidos.

El mes pasado, un estudio del Departamento de Justicia que revisaba el costo total del consumo de drogas ilícitas en Estados Unidos e incluía estudios sobre el costo de las enfermedades, estadísticas de delitos federales y modelos económicos, llegó a una cifra de 193.000 millones anuales. «Nunca se va a poder sellar la frontera. Nunca se puede detener nada al 100%.

 Mientras exista un mercado, mientras produzca ganancias, siempre habrá alguien dispuesto a arriesgarse para conseguir que el producto pase», dijo el representante demócrata de Texas Silvestre Reyes, un ex director de la Patrulla Fronteriza.

A pesar del incremento de la violencia a la vuelta de la esquina — los muertos en la lucha de México contra los carteles supera los 35.000 — el gobierno de Obama informa que las poblaciones en el lado estadounidense de la frontera disfrutan de relativa paz. Los terroristas tampoco suelen cruzar la frontera para ingresar a Estados Unidos, señalan las autoridades. Sin embargo, el representante Michael McCaul, republicano de Texas, alerta contra la autocomplacencia.

 «Hay un desacuerdo sobre la definición de violencia desbordada y la magnitud de esa violencia, pero no debe haber desacuerdo sobre la amenaza que enfrentamos y lo qué va a pasar si este gobierno sigue minimizando la amenaza», dijo. «Entonces, ¿qué debemos hacer? Para empezar, debemos salir de nuestras trincheras y enfrentar esta creciente amenaza.

 Si no lo hacemos, los carteles eventualmente intentarán apoderarse de nuestras ciudades». Si la secretaria de Seguridad Nacional Janet Napolitano pudiera hablar con los jefes del narcotráfico mexicano, esto es lo que ella dice que les diría: «Ni siquiera piensen en traer su violencia y sus tácticas a este lado de la frontera. Serían recibidos con una respuesta abrumadora».

 Y si pudiera hablar con los aspirantes a inmigrantes ilegales, les diría: «Hay más agentes de la Patrulla Fronteriza que nunca en esa frontera. Hay más funcionarios de aduanas

. Hay más tecnología. No apuesten todo con los carteles o las organizaciones criminales porque la probabilidad de que los atrapen, y las consecuencias de hacerlo, son mayores que nunca».

Para 2012, el presupuesto récord para la seguridad fronteriza del gobierno de Obama propone 242 millones de dólares adicionales para pagar por torres de vigilancia de alta tecnología y aparatos detectores móviles a lo largo de la frontera, 229 millones de dólares para aumentar el salario de los agentes fronterizos, y 184 millones de dólares para identificar y deportar a delincuentes extranjeros en prisiones estatales y cárceles locales.

A esto se suma unos 14 millones para apoyar la infraestructura actual. Con los años, las asignaciones presupuestarias cuentan la historia de una política fronteriza cambiante.

En 2002, cuando los controles de seguridad tras el 11 de septiembre produjeron cuatro horas de espera en la frontera, el gobierno de Bush buscó 380 millones de dólares para la construcción de un sistema vanguardista de visas para entrar y salir.

En 2006, el gobierno federal puso fin a una política de inmigración de «capturar y soltar» en la que la policía local había estado liberando a los inmigrantes ilegales si no habían cometido un delito local. Ahora los entregan a los federales y los juzgan por violaciones a la ley de inmigración.

Los contribuyentes en ese año pagaron 327 millones de dólares en 4.000 nuevas camas para detener a los inmigrantes ilegales sospechosos hasta que pudieran ser procesados legalmente.

 En enero, el gobierno de Obama retiró SBInet, un proyecto para instalar una cerca fronteriza «virtual» de alta tecnología que costaría a los contribuyentes casi 1.000 millones de dólares, pero hizo poco para mejorar la seguridad.

 «Desde el principio, SBInet tenía un enfoque poco realista», dijo el senador por Connecticut Joe Lieberman, presidente del comité de Seguridad Nacional y Asuntos Gubernamentales. «La decisión del departamento de utilizar tecnología basada en las necesidades de seguridad específicas de cada segmento de la frontera es un enfoque mucho más prudente, y yo espero que sea más rentable».

¿Corresponden las prioridades de la frontera con el gasto? La respuesta depende de a quién se le pregunte. «En algún momento tuvimos la idea equivocada de que seguridad fronteriza significa asegurar la frontera», dijo Andrew Seele, director del Mexico Institute del Woodrow Wilson International Center for Scholars, un instituto de investigaciones apartidista con sede en Washington.

 «En realidad es algo mucho más amplio, desde la reducción del consumo de drogas hasta la reforma de las leyes de inmigración, además de facilitar el comercio legítimo. El gasto necesita coincidir con los objetivos».

El trabajo principal del servicio de Aduanas y la Patrulla Fronteriza es proteger a Estados Unidos del terrorismo. Pero es la frontera entre Estados Unidos y Canadá — en la que los contribuyentes gastaron 2.900 millones de dólares en seguridad el año pasado — «la amenaza más significativa» cuando se trata de terrorismo, dijo a los senadores en una audiencia reciente el jefe del servicio de Aduanas y Seguridad Fronteriza, Alan Bersin. Bersin dijo que esto es porque el gobierno canadiense no va a usar la lista de sospechosos de terrorismo del FBI que no pueden abordar un avión (Canadá tiene la suya).

«Estamos, más de lo que nos gustaría, enfrentados al hecho de que un sospechoso haya entrado en Canadá y luego sea detenido al cruzar uno de los puentes a Estados Unidos», dijo Bersin

. Un poco más de 6.000 personas fueron detenidas — por diversas razones, no sólo por estar en las listas de prohibición de vuelos — en la frontera entre Estados Unidos y Canadá el año pasado, en comparación con 445.000 arrestos en la frontera con México

 En Texas, la juez del condado de El Paso Verónica Escobar califica la valla fronteriza de más de 1.000 kilómetros (650 millas) a un costo de 2.600 millones de dólares que serpentea por el lado sur de su ciudad como «un oxidado monumento que hace que mi comunidad luzca como un deshuesadero». Lo que es peor, las hileras de barras de acero soldadas de más de cinco metros (18 pies ) de altura a lo largo del río Bravo no hacen nada para enfrentar los costos para El Paso de la guerra contra el narcotráfico en México, dijo. «Los residentes de la frontera han visto a sus comunidades utilizadas como un conveniente telón de fondo para acalorados debates y poses políticas acerca de las políticas de inmigración y drogas», añadió. Por ejemplo, desde 2008, cuando la violencia estalló al otro lado de la frontera en Ciudad Juárez, México, cientos de víctimas al borde de la muerte se han apresurado a atravesar la frontera a salas de emergencia públicas, en las que los contribuyentes han gastado 4,9 millones de dólares en la atención de trauma para esas víctimas hasta la fecha. Y alguaciles locales se ven abrumados para vigilar a las pandillas transnacionales. Las cárceles, dijo Escobar, están abarrotadas.

 Los fiscales hacen malabares con casos que deberían ser manejados por agentes federales. «¿A donde han ido algunos de los recursos federales, si no ha sido a mi centro de atención de trauma o a aumentar mi capacidad para hacer cumplir la ley?» se pregunta Escobar, para después contestar su propia pregunta.

«Han ido a parar a una pared». Nelson H. Balido, presidente de la Alianza de Comercio Fronterizo, cuestiona si la financiación federal de la frontera ha gastado muy poco en la seguridad en los cruces de entrada, para favorecer la seguridad entre ellos.

«Si no hay suficientes inspectores para abrir todos los carriles en un puerto fronterizo durante el período de mayor tráfico, entonces los envíos pueden quedar atascados a la espera en filas que a veces se extienden por millas, que detienen operaciones urgentes de productos manufacturados y aumentan los costos «, dijo.

Tampoco tiene sentido la inspección aleatoria de vehículos, dijo, comparándola con «la búsqueda de una aguja en un pajar, que a menudo resulta en crecientes retrasos y congestión tanto para los residentes como para el comercio». Gil Kerlikowske, el director saliente de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas, dijo que no cree que el país pueda detener completamente las drogas que cruzan sus fronteras, y aboga por un enfoque integral que incluya tanto la seguridad fronteriza como los programas de prevención y tratamiento para disminuir la demanda de drogas.

«No creo que tengamos una opción verdadera excepto asegurarnos de que estamos poniendo la cantidad adecuada de dinero y tecnología en la frontera», dijo Kerlikowske.

«Pero también creo que en lo que respecta a la cuestión de las drogas tenemos que estar muy bien enfocados para no considerarlo únicamente desde el lado del cumplimiento de la ley».

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