Preocupado por la ineludible realidad del progresivo incremento de la inseguridad y criminalidad en nuestro país, como general retirado había optado por limitar mi parecer al círculo familiar y de amigos. Pero ante la presencia de un escenario en el que se ha planteado un evidente interés en enfrentar y viabilizar una solución, creo que es mi obligación, y la de todo dominicano que le duela el destino de nuestra patria, ofrecer ponderaciones que puedan contribuir a la solución del problema.
Mi formación policial con- lleva luces como es la de ser un general capacitado en asuntos comunitarios y haber ocupado casi todas las direcciones y comandancias del país. Estas responsabilidades me obligaron a involucrarme en el tema en cuestión, de manera directa, obligándome a diseñar en la práctica cotidiana un sistema de manejo que facilitó el desempeño de mis funciones obteniendo resultados efectivos, en tal magnitud, que me han hecho signatario de una popularidad, reconocimiento y consideración. Por lo antes dicho, los juicios que emitiré no son una simple especulación teórica, sino el fruto de un ejercicio tangible.
El hablar de seguridad ciudadana implica tocar un renglón que en cualquier sociedad ocupa un primer orden, ya que ningún país puede avanzar ni desarrollarse al margen de ella, porque en esencia su razón medular no es un asunto de debilidad institucional, como se pretende justificar, sino de realidad social con una naturaleza multifactorial. Lo preocupante en estos momentos es que en nuestro país las estadísticas recientes indican un crecimiento exponencial de la actividad delincuencial.