Sobrevivientes y familiares de las víctimas acudieron a la misa para pedir paz por la vidas que se perdieron. Guillermo Burgos
Pasados seis meses del fatídico ocho de abril que marcó para siempre a toda la nación, sobrevivientes, familiares de las víctimas mortales y rescatistas se reunieron ayer frente a las ruinas del antiguo centro nocturno Jet Set, para participar en la misa conmemorativa oficiada por la diócesis Fray Antón de Montesinos.
Con rostros afligidos y una tristeza en la mirada que se nota a kilómetros, numerosas personas se dieron cita en el lugar para recordar a sus seres queridos, agradecer por la vida de quienes lograron sobrevivir y exigir al presidente Luis Abinader y todas las autoridades competentes que se hagan justicia.
Durante la eucaristía, el padre Rogelio Cruz lanzó fuertes críticas a las autoridades, al acusarlas de hacer todo lo contrario a lo que deberían: proteger a los responsables de la tragedia y de dar la espalda a las verdaderas víctimas, quienes hoy por hoy sufren las consecuencias de un acto irresponsable, que bien se puso haber evitado.
“Esto no es para mantenerse indiferentes frente a la tragedia. Esto es para que ya haya habido una respuesta, no para que hagan como la gatita de María Ramos, que tira la piedra y esconde la mano. Este caso no es para ser tratado con pañitos tibios, como ha sucedido hasta ahora”, sentenció el cura.
Entre los asistentes destacó la presencia de dos sobrevivientes: Patricia Ovalles, una de las Haineras Doradas y Ana María Ramírez, cuyas vidas no han vuelto a ser las mismas desde aquel día.
Ovalles tomó la palabra durante la misa y con valentía compartió su testimonio, en el que relató los terribles y angustiosos momentos que vivió mientras permanecía por más de siete horas bajo los escombros, mientras escuchaba los gritos desesperados de las personas atrapadas a su alrededor.
La sobreviviente narró, con la voz entrecortada, como aquella noche en la que se suponía ella y su grupo saldrían a celebrar la vida un amigo, terminó en tragedia, arrebatándosela a doce de los 25 Haineros Dorados que allí se encontraban.
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Bajo aquellos escombros, Patricia relató cómo fue testigo de la muerte de su amiga Isabel, quien se encontraba bajo sus pies. Asimismo, contó cómo no paró en ningún momento de pedirle a Dios fuerzas para salir de allí.
Transcurridos ya seis meses desde aquél fatídico día, sigue escuchando: “Me estoy quemando”, “ayúdenme, estoy atrapado”, “Dios mío”, ¿qué pasó aquí? ¿qué fue esto?”. Son voces que resuenan aún en la mente de Patricia, quien aseguró haberlo escuchado desde que se produjo el desplome, hasta el momento de su rescate, siete horas después.
“Fue muy duro y cada vez que llega este día es muy doloroso. La cicatriz sigue muy viva y cada vez más honda. Solo pido justicia para aquellos que todavía no han tenido ninguna como yo”, resaltó.
De su lado, Ana María Reyes, quien perdió una de las dos amigas que ese día le acompañaba, agradece a Dios haberle dado las fuerzas suficientes para poder salir de abajo de los escombros, para ver crecer a sus hijos y seguir adelante con su familia.
De acuerdo con Ramírez, superar el trauma de aquella noche no ha sido nada fácil, luego de pasar tres horas de incertidumbre bajo una viga de concreto que aplastaba sus piernas.
“Ha sido todo muy difícil, tengo muchos recuerdos, porque yo nunca perdí el conocimiento. Lo recuerdo todo, todos los gritos de las personas y recuerdo esos gritos apagarse, yo sabiendo que se apagaban porque iban pereciendo”, recordó con pesar.
También recordó a su amiga fallecida, cuya pérdida dejó un gran vacío en ella. “Es una pérdida muy grande de una mujer joven, que era madre, hija y buena amiga, que murió por la avaricia de los dueños de este lugar que no lo cerraron y no nos evacuaron en el momento indicado”, dijo llena de coraje.