Selectos espacios de danza en VII gala mundial

Selectos espacios de danza en VII gala mundial

El movimiento rítmico, el espacio,  la representación animada de un mundo visto e imaginado, es la esencia de la danza, y ese cosmos infinito  es proyectado por los danzantes, en una íntima relación de cuerpo y espíritu.

Cada participante en esta VII Gala Benéfica de Estrellas de la Danza Mundial,  recrea sus propias formas, su particular sentir, no importa el lenguaje, el estilo, vale la belleza del movimiento, el sentido del ritmo, la capacidad de comunicar las emociones.

Pero más allá del arte por el arte, hay en estas galas  una motivación más humana y trascendente, ayudar aquellos  que  como ángeles suspendidos,  permanecen en sus nidos.   

Pero esos ángeles pueden, despliegan sus alas, y dan inicio a esta noche maravillosa. La dedicación y entrega de María Haché, Marcelle Berrido, Blanca García y Valentina Grillo hacen posible ese vuelo que emprenden Jairo Bethancourt, Orville Campell, Lorena Frigatti, José Rijo, Adriana Bruno, Max Caba, Daniel Jiménez y Sebastián Rodríguez.

La danza clásica, tan ausente de nuestros escenarios, entusiasma al público. Los bailarines César Morales y Momoko Hirata, del Birmingham Ballet, ejecutan el purísimo  “pas de deux” de la Bella Durmiente, en el que muestran  técnica y estilo, impecables.

 En el dueto amoroso del ballet Romeo y Julieta,  coreografiado por McMillan, hay una referencia inevitable con el original de Lovrovski, con menor dosis de dramatismo, lo que se aviene a la interpretación desprovista de teatralidad de la excelente ballerina nipona. Morales por su parte impregna mayor dramatismo a su danza.

 Davit Galstyan, de la Opera de Toulousse  y Roberta Márquez, del Royal Ballet,  interpretan con excelentes resultados, el dueto amoroso de Swanilda y Franz, del ballet Coppelia.  Más adelante, se unen en el paso a dos de “La Sylphide”, la Márquez encarna la pura imagen del romántico ideal femenino. Mientras Galstyan encanta con sus  elevaciones y giros.

Adiarys Almeida, del Boston Ballet, en el solo de “Carmen”, de Alonso; despojada de toda pasión, se limita a describir con excelente caligrafía, la elaborada secuencia de pasos.

El momento clásico  más impactante, un verdadero climax, se produce con la interpretación del  “grand pas de deux classique”  del ballet El Corsario, joya de purísima técnica académica, verdadera prueba de virtuosismo para los intérpretes. Adiarys Almeida aquí, impresiona, su  muestra de  virtuosismo es insuperable, con igual desempeño brilla Davit Galstyan.

El coreógrafo Eric Gauthier, basado en pasos de danza clásica, construye una genial composición que pone de manifiesto la técnica y el histrionismo de Vlado Marinov, condiciones que de nuevo se manifiestan en “Euphony” una entrañable pieza de Nadja Saidakova.

   Agradecemos nueva vez a Monika Despradel por la presentación de estas Galas, y por permitirnos hacernos cómplices en su empeño por proveer de alas su “Nido de Angeles”.

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