Selenio saludable
Es un  mineral indispensable para la vida saludable

<STRONG>Selenio saludable<BR></STRONG>Es un  mineral indispensable para la vida saludable

Con menos de dos siglos de conocido y a solo tres décadas del descubrimiento de su importancia para la salud humana, este oligoelemento es un puntal determinante en la lucha por la vida, ya que sus potencialidades antioxidantes y su persistente enfrentamiento a los radicales libres, convierten al selenio en un mineral indispensable para prolongar una vida saludable.

Tal vez por su pobre presencia entre las sustancias conocidas, el selenio demoró mucho más que otros elementos en integrarse a los compuestos conocidos por el hombre, ya que no fue hasta 1827 que el químico sueco Jöns Berzeluis lo bautizara con el nombre con que hoy le conocemos en honor de Selene, diosa griega de la Luna, tras detectar su presencia entre los sedimentos de las cámaras de plomo utilizadas en la fabricación de ácido sulfúrico.

Posiblemente por su condición de desecho, durante mucho tiempo se le consideró una sustancia venenosa, al extremo de que una misteriosa enfermedad del ganado vacuno en las praderas del estado norteamericano de Wyoming fue atribuida a los excesos de selenio en los pastos.

Solamente su fotosensibilidad le otorgó alguna utilidad práctica, pero no fue hasta la tercera década del siglo XX que empezó a utilizarse en la industria como elemento protector contra la corrosión, propiedad que en el organismo humano es equivalente a su poder antioxidante, conocido a partir de 1973 con el descubrimiento de la glutatión peroxidasa, una enzima presente en los tejidos con alto contenido de selenio.

Elemento metaloide, con grandes semejanzas con el azufre, el selenio suele encontrarse diseminado en los suelos, donde es absorbido por las plantas para integrarse a la cadena alimentaria, sin embargo, algunos factores que deterioran el medio ambiente, como las lluvias ácidas, hacen que cada vez sea más difícil obtener las cantidades requerida.

En adultos, las necesidades de selenio no se han establecido pero se plantea que son aconsejables entre 55 y 70 microgramos al día.  De forma ideal el organismo humano contiene de 10 a 30 microgramos, distribuidos, principalmente, en glándulas, hígado y riñones. Diversos estudios han demostrado su capacidad para reaccionar con metales pesados como cadmio, plomo o mercurio y así neutralizar sus perjudiciales efectos sobre la salud.

EL DATO

Beneficios múltiples

Propuestas basadas en los aspectos preventivos extienden las necesidades de selenio entre 250 y 300 microgramos al día, cifra que no resulta alarmante, toda vez que en pueblos asiáticos, apegados por tradición al consumo de pescado, llegan a tomar hasta 500 microgramos sin ninguna reacción adversa.

Como parte de la enzima glutatión peroxidasa, el selenio, al igual que la vitamina E, protege al organismo de los radicales libres, cuyas reacciones con el oxígeno dan origen a elementos agresivos y altamente reactivos que agreden todo lo que encuentran a su paso, incluidas células sanas que pueden morir o convertirse en cancerosas. En unión de esta vitamina conforma un eficiente binomio antioxidante, con probados efectos preventivos.

En su función protectora, el selenio preserva al organismo humano de los efectos nocivos de las radiaciones ambientales y de las infecciones virales o bacterianas, por lo que su presencia constituye un poderoso componente de nuestro sistema de defensa, además de actuar contra las alergias químicas, favorecer el aumento de la fertilidad y posibilitar una mejor función celular, hepática, muscular y pancreática.

Investigaciones lo confirman

Algunas investigaciones adjudican al selenio una acción preventiva contra el cáncer, cualidad que hasta el momento constituye un motivo de discusión dentro de la comunidad científica, al igual que la capacidad de este oligoelemento para detener el natural proceso de envejecimiento de las personas.

Aunque el déficit de selenio es raro en humanos, se conocen cuadros clínicos originados por su carencia e identificados como enfermedad de Keshan o de Kashin-Beck.

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