El mes en que más se expresan intenciones de paz y convivencia entra de lleno en las celebraciones de primordial origen cristiano caracterizadas con la marcha acelerada del tiempo por concurridos encuentros, llegada numerosa de viajeros de todas partes y mayores consumos y desplazamientos de vehículos de motor. Atender a sus esencias, a conservarlas en los límites de prudencia a que obliga la vida en comunidad, es también mayor que en otras épocas. Tomar en cuenta los riesgos y actuar en consecuencia sería, puntualmente, rendir honor a la solidaridad ahora que aparecen excepcionalmente posibles los accidentes de tránsito, en un país que es campeón mundial en número de ellos, y las transmisiones virales exacerbadas sin que se aprecie, consecuentemente, la proliferación de mascarillas y vacunaciones.
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Predominante falta de prevención en espacios bajo techos muy frecuentados a pesar de que las primeras brisas navideñas llegaron con razonables presagios de que la intensidad de acercamientos entre seres humanos elevaría ahora entre ellos la transmisión de enfermedades y crearía circunstancias que estimulan la violencia social. República Dominicana está en un apogeo de tránsito convulsionado por violaciones de normas en las ciudades y las tragedias en las vías interurbanas estuvieron en ascenso aun antes del aumento del circulante. En el escenario nacional cada dominicano debe sentirse más decidido que de costumbre a los comportamientos responsables.