En nuestro país, y sin duda en los demás pueblos de la tierra, se tiene una serie de creencias y prácticas tocantes a esta fecha especial del año. Por lo regular el ser humano tiene la tendencia a querer ganar el favor de Dios y esto lo hace mediante ofrendas, ritos, ceremonias, sacrificios y hasta con la flagelación del cuerpo.
Entienden, como lo hacen los paganos, que el sufrimiento personal, físico, mental, etc. complace y llena las expectativas de esos dioses que son creación e inventiva del hombre en su hambre y sed espiritual no satisfecha. El ser humano tiende a desnaturalizar verdades para establecer sus propios criterios y satisfacer con ello sus propias necesidades y ansiedades. De ahí la diversidad de caminos para llegar a Dios y la multiplicidad de cultos con ribetes religiosos, las manifestaciones físicas y emocionales que llegan a extremos inimaginables.
Ninguna de estas prácticas expresa ni mínimamente el verdadero sentir y razón de Semana Santa, como tampoco lo expresa el abstenerse de alimentos o el comer solo ciertos tipos de comidas como sacrificio.
Tampoco expresa la realidad de la Semana Santa sacar en brazos a un Cristo muerto ni mostrar la imagen de una virgen llorando, sin consuelo, la muerte de Su Hijo. La Semana Santa no es creada en la conciencia y necesidad de las personas con imágenes de dolor y de tragedia. No, eso no responde a la verdad, ni a las respuestas que las personas necesitan.
La Semana Santa es recuerdo de amor y entrega; la manifestación visible del Eterno Dios buscando y redimiendo sus criaturas; la apertura de la Puerta del Cielo para todos. Es perdón consumado, es sangre derramada, es libertad del pecado y de la opresión, es seguridad en la vida y en la muerte.
La Semana Santa es la fiesta más gloriosa de los redimidos del Señor, celebración sin límites, alegría en medio de cualquier adversidad temporal. Es tiempo de gratitud. Es la eterna respuesta de Dios a la eterna perdición nuestra.
Semana Santa resume y afirma lo concebido en el corazón del Padre para buscar y salvar lo que se había perdido.
Celebremos Semana Santa sin hipocresías religiosas.
Entremos confiadamente a la presencia del Señor con acción de gracias, con alabanza. Esto es todo lo que Él espera de nosotros, porque él que murió en la cruz, resucitó al tercer día, vive y reina por todos los siglos de los siglos.