Semana Santa: policías buenos. Policías malos

Semana Santa: policías buenos. Policías malos

El desorden campea en vías públicas, aunque hay mejorías en ciertas áreas

Un total de 38,536 policías y militares, dice la prensa, garantizarán la seguridad ciudadana durante Semana Santa.

La técnica policial suele utilizar la “actuación” de los policías buenos y los policías malos, para sacar confesiones en los interrogatorios de delincuentes. Esta vez, amablemente, ayudarán a poner orden en determinados lugares públicos y en determinados tramos del tránsito. Pero, no incursionarán en ciertas áreas y barrios.

Por bien o por mal, hay tantas armas en manos de civiles que muchos delincuentes y abusadores se contienen, sabiendo que cualquiera “saca un revolvito” para defenderse.
El desorden campea en vías públicas, aunque hay mejorías en ciertas áreas, y se esperan otras importantes en el transporte y la circulación.

Pero las autoridades siguen sacando malas notas respecto a la delincuencia común y la apropiación y abuso de espacios públicos. Las instituciones que dan cifras sobre las mipyme y economía informal, deberían contabilizar los chineros, paleteros, venduteros, talleres y negocitos de todo tipo que operan en espacios públicos, haciendo imposible transitar por las aceras de muchas zonas; incluyendo empresas “formales” y distribuidores de vehículos cuyos estacionamientos y lugares de exhibición son las aceras y calles contiguas.

Pocas veces se pone atención a los niveles de ruido en los barrios pobres. Y, tampoco, en los colmadones, incluidas áreas de clase media.

A los pobres necesitados de dormir y madrugar para ganarse el peso, los colmadones y el tigueraje no les dan paz hasta llegada la madrugada. Ellos temen denunciarlos; y la policía anti ruidos… ¡Bien, gracias!

La Policía sabe exactamente cuáles son esos colmadones, quiénes los “bebedores” que se reúnen frente al colmado o en la acera, a meter ruido con infernales amplificadores. Más aún, saben quiénes son y donde viven y distribuyen cosas ilícitas. Incluida la DNI y, desde luego, todo el barrio. Poco o nada pasa.

Sin duda, los jefes de las drogas pueden celebrar en los mejores “Night clubs”, pero agasajar a su pandilla solamente puede hacerse en su propio barrio, cerca de sus guaridas, por si acaso.

Tampoco tienen que vestirse bien ni correr riesgos innecesarios.
A menudo, cuando “Anti Ruidos” pasa la nota a la Policía (¿?), mucho antes que la patrulla, llega la advertencia (negociada) para que bajen el estruendo.

En esas endemoniadas juntillas, donde se fuma y se inhala y se bebe hasta la inconsciencia, ni siquiera ponen “música de amargue”. Porque el amargue ya no existe en esos aquelarres. Lo que se escucha en estos ambientes, según conocedores, es música satánica, o en el menos peor de los casos, música obscena, y desafiante de todo lo decente y lo sano.

Semana Santa ha sido, tradicionalmente, un respiro para los barrios pobres, ya que no pueden salir a las playas y resorts.

Para la mayoría ha sido un descanso y receso espiritual anhelado. Con lo de la pandemia y el aumento del tigueraje en el país, se espera que Dios tenga misericordia de los que nos quedamos. Y que Dios ponga arrepentimiento en los policías malos y bendiga a los policías buenos.