Sembrar

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JOSÉ LOIS MALKUN
Estamos en época de solidaridad. Quiero ofrecerle algunos consejos al Gobierno para lidiar con la crisis alimentaría que se avecina a raíz del paso de la tormenta tropical Noel. Durante el huracán David y su secuela Federico, ocupaba el cargo de Subsecretario de Agricultura. Después del paso de esos fenómenos, el país quedó totalmente anegado por las aguas y parcialmente destruido por los vientos.

En Santo Domingo, no quedó un letrero o árbol en pie, aunque tuvo sus retribuciones, ya que los recursos en dólares que ingresaron por los seguros dinamizaron la economía. Pero en el resto del país la agricultura también quedó devastada y ésta no estaba asegurada. Con Noel no hubo vientos para tumbar masivamente letreros o árboles. Pero las granjeras y la deforestación se encargaron de recordarnos que la destrucción del medio ambiente siempre pasa factura. Y cada vez más altas. Esta vez, las aguas corrieron más rápido, llenaron las presas de un día para otro y convirtieron arroyuelos en mortíferos ríos que lo arrasaban todo.

Hay una diferencia importante para entender el cuadro en que se presentan ambos fenómenos. David y Federico ocurrieron en el año 1979, cuando no había elecciones por el medio. Noel pasa en plena campaña electoral.

 Con esta nota quiero establecer la diferencia en la actitud del Gobierno y del pueblo en aquel entonces con la que prevalece ahora, aunque lo ideal es que no hubiera diferencias.

La primera acción que se tomó en el 1979, fue la atención a los damnificados. Recuerdo que fue algo increíblemente efectivo, porque todas las fuerzas vivas del país se movilizaron en una sola dirección. La solidaridad se hizo patente porque nadie supuso que detrás del accionar del Gobierno había un propósito político. De hecho, Don Antonio Guzmán no se iba a reelegir. Hoy, con una reelección a la vuelta de la esquina, todos jalan por su lado y el Gobierno, que nada hizo previo a la tragedia que se avecinaba, dos semanas después de Noel sigue teorizando, dando palos a ciegas y politizándolo todo.

Después del rescate inicial de la gente por las inundaciones de Federico, se inició un plan de siembra nacional que abarcó hasta los patios de la capital. Se distribuyó masivamente semillas y material de siembra para cultivos de ciclo corto que a los tres meses ya inundaban los mercados. La rehabilitación y resiembra masiva de los platanales permitió también que antes del año este producto fluyera con normalidad a los mercados.

Otra acción de alta prioridad fue la rehabilitación de los sistemas de riego y los caminos vecinales. Fue sorprendente la rapidez y eficiencia que primó en reconstrucción de estas infraestructuras, ya que de lo contrario todo el programa agrícola de emergencia colapsaría.

El crédito fue otro factor fundamental. Se dispuso de una fuerte asistencia al Banco Agrícola para financiar la siembra de todos los cultivos. Se reorientaron importantes partidas del presupuesto para que no le faltara dinero al programa. En ese entonces no habían fondos para emergencias, como los hay ahora, donde se consignan 1,600 millones de pesos en el presupuesto del 2007.

Todo ese plan se fraguó bajo la administración de Hipólito Mejía, hombre con un fuerte liderazgo en el sector agropecuario, que confiaba en la gente. Y se puso en marcha de inmediato, cuando las aguas apenas comenzaban a replegarse. Se trabajaba hasta el amanecer. La gente colaboraba sin que se lo pidieran. Todas las instituciones públicas pusieron a disposición sus vehículos y su personal para rescatar el agro y ayudar a los miles de damnificados. Las empresas hicieron su parte y la sociedad civil también. Fue algo emocionante, constructivo, entusiasta y que llenaba de orgullo a todo el que estaba inmerso en ese proceso.

Antes del año, el país había recuperado su capacidad productiva agropecuaria y se alcanzaron récord de producción en muchos rubros que todavía hoy no se han podido superar. Ojalá esta experiencia le sirva de algo al Gobierno para evitar males mayores. Pero hay que olvidar la política y ponerse a trabajar. No frotarse las manos con el festín de importaciones que se avecina. Siembren masivamente y reconstruyan el campo, es nuestro consejo.

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