LEANDRO GUZMÁN
En más de una ocasión se levantan voces que expresan su desaliento ante las diversas jornadas patrióticas emprendidas en la República Dominicana para conquistar la libertad, la democracia y la justicia social, bajo la visión de que ha sido mucho el sacrificio en comparación con los logros obtenidos.

Sin embargo, contrario a ese pensamiento, han sido muchos los logros, comenzando porque si bien hay que mejorarla tanto en la forma como en el fondo, tenemos una democracia que necesariamente hay que apuntalar, para que se puedan cumplir los sueños y las esperanzas de aquellas generaciones que sacrificaron su bienestar para entregar sus vidas en una lucha muy desigual contra la tiranía de Trujillo.

Los avances que hemos logrado en cuanto se refiere a los principios que forman parte de la democracia tienen su origen mucho antes de que sucedieran los estremecimientos causados por la gloriosa expedición del 14 de Junio de 1959, que marcó el principio del fin de la llamada Era de Trujillo. En efecto, el Programa Mínimo de Liberación Nacional que trajeron los expedicionarios nació en el Congreso de Constitución del Movimiento de Liberación Nacional en marzo de 1959, en Venezuela. Ese Programa fue ratificado en el Congreso Extraordinario del MLD realizado los días 5 y 6 de junio de 1960 por los delegados de la Unión Patriótica Dominicana de Venezuela, del Frente Dominicano de Nueva York, de la Unión Patriótica Dominicana de Cuba y del Partido Socialista Popular Dominicano «como documentos que define la esencia y los objetivos del MLD, en el cual pueden participar sin distingos de ideologías todos los dominicanos que acepten lealmente sus postulados».

Esto quiere decir, sencillamente, que en aquellas jornadas todos los participantes pusieron de lado sus ideologías, para concentrarse en el logro de la unidad monolítica que contribuyera con la causa antitrujillista.

Hoy vemos con satisfacción que después de aquellos enfrentamientos ideológicos que caracterizaron el debate político nacional tras el ajusticiamiento del tirano, ha surgido una nueva corriente de entendimiento, que permite augurar el inicio de nuevos rumbos en el porvenir dominicano.

Concretamente, me refiero a que cuando se celebran actos patrióticos como los que tuvieron lugar al conmemorarse el 48 aniversario de la expedición del 14 de Junio de 1959, a los mismos asisten personalidades de los más variados partidos políticos, cuyos dirigentes se confunden en abrazos con adversarios, sin siquiera pensar que lo son.

Sencillamente, en todos bulle el sentimiento patriótico, ajeno a la politiquería. Esto lo pude comprobar durante la puesta en circulación de los libros «Vivencias de un Guerrillero», de Rafael Pérez Modesto, y «Movimiento 14 de Junio. Historia y Documentos», de Tony Raful. Se trata de dos obras de un valioso testimonio histórico que deberían figurar en todas las bibliotecas del país, principalmente en las escuelas y colegios, públicos y privados, para que la juventud dominicana retome los ideales y banderas de todos aquellos que lucharon por la Patria.

Los dos actos fueron presididos por el honorable Presidente de la República, doctor Leonel Fernández Reyna, con una abrumadora asistencia de público, compuesto por ciudadanos de las más diversas tendencias e ideologías.

Se puede afirmar que uno de los momentos más emotivos fue el abrazo que en uno de esos actos se dieron el presidente Fernández y el candidato presidencial Miguel Vargas Maldonado, del opositor Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Esa cordialidad, que alcanzó a otros altos dirigentes de la oposición, no fue un asunto simplemente protocolar, pues a nuestro juicio tradujo una simpatía mutua, que puede garantizar unas elecciones generales tranquilas, transparentes y fortalecedoras de la democracia.

En los hombros de esos dirigentes, gubernamentales y opositores, descansa la responsabilidad de mantener  esa cordialidad, base indispensable para continuar el ejemplo dado por la Raza Inmortal en su Programa Mínimo de Liberación Nacional.