Seminario binacional en Haití

Seminario binacional en Haití

Por una gentileza del organismo internacional Caribbean Export, asistimos los días 27 y 28 del presente mes en la capital de Haití, Port-au-Prince, a un seminario binacional sobre el sector agroalimentario. Los asistentes al mismo: ing. Karilyn Rodríguez y Bernardo Vidal, ambos del Instituto Dominicano para la Calidad (INDOCAL); Ángel Barón, de la Junta Agroempresarial Dominicana (JAD); Alejandro M. Núñez, del Instituto Dominicano de Investigaciones Agropecuarias y Forestales (IDIAF) y el que estas líneas garrapatea.

Llevábamos en nuestras mentes encontrar una ciudad devastada por el terrorífico terremoto que asoló esta parte occidental de la isla, el 12 de enero de 2010. Lo primero que nos impresionó fue el aeropuerto Toussaint Louverture, en “llegadas” muy moderno y limpio y con acondicionadores de aire; las “salidas” todavía con facilidades obsoletas y sin acondicionadores de aire, escalinatas de madera y sala de espera medio abandonada.

Una vez salidos del aeropuerto, nos esperaba un vehículo del Hotel Kinam donde nos hospedaríamos, conducido por un suicida que nos llevó en vilo hasta nuestro destino. El albergue bien moderno, de amplias y confortables habitaciones y dentro de la edificación se encuentran varios centros de reuniones, uno de los cuales sería el nuestro.

El seminario se desarrolló tal y como había sido planificado. Sin embargo, le hicimos una observación para los futuros encuentros, en el sentido de que los asistentes tengan más o menos un grado educacional parejo, para evitar preguntas pueriles de los participantes al final de las exposiciones. Estas fueron impartidas por expertos, tanto de organismos internacionales como del Ministerio de Comercio y de la Industria de Haití.

Desde sus inicios, notamos que los expositores dominaban a perfección la teoría, no así la práctica. Le observamos, que en este tipo de cursillos, los disertantes debían dominar también la práctica, ya que esta a veces resulta más provechosa que lo académico. Cuando la representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Laura Ortega Frioni, expuso sobre el Codex Alimentarius y sus decisiones, le señalamos, que aunque las mismas no son obligatorias para los países miembros, sus decisiones, como el caso del cacao en donde la ocratoxina hizo que el mercado internacional bajara los precios. Ahora bien, en donde estas decisiones afectan a países no involucrados, cuando se destapan con la medición de los metales pesados, en particular el cadmio. Le advertimos que esta situación afecta principalmente al Ecuador y que fruto de la decisión del Codex, todos los países habíamos sido metidos en el mismo saco y por tanto, los consumidores se habían escudado, para rebajar los precios del cacao.

Otro tema en el que pensamos participar, pero la experta Lucía Ángelo, de Caribbean Exporta, por razones desconocidas no hizo su presentación. En definitiva, la experiencia valió la pena, ya que en un intercambio, se aprenden prácticas comparativas que pueden ser utilizadas en el comercio binacional entre los Estados que comparten la isla Hispaniola.

Creíamos que la vida nocturna en esa capital era casi nula. Sorpresa nos llevamos cuando fuimos a cenar al Hotel Caribe con instalaciones modernas y una vista excepcional hacia la ciudad. No obstante, estos establecimientos han adoptado la costumbre francesa, de servir poco más bien adornado. Sorpresa nos llevamos, cuando pedimos camarones y nos sirvieron cuatro colitas y tres pedacitos de pan, al módico precio de 15 dólares. Otros compañeros se quejaron también de lo escasa de la ración y los elevados precios. Pero al sentirse engañado, Ángel Barón, de la JAD, le demostró al chef que él había pedido pulpo y le habían traído calamar. Triunfó en su reclamación y en la cuenta fueron deducidos 22 dólares.

Las colinas alrededor de Petionville y en Kemkof están invadidas por cientos de casas, algunas de mucho valor, construidas en terrazas que están amenazadas en caso de que ocurra un deslave o una intensa vaguada de deslizarse y tal como el efecto dominó, caer unas sobre otras ocasionando tal vez, una desgracia mayor que el terremoto. Lo peor del caso, que en vez de prohibir las construcciones, las mismas se han incrementado por el poco espacio físico de la capital. ¡Ojalá que esta desgracia no suceda nunca!

 

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