En otras ocasiones me he referido al tema de que los expresidentes al término de sus mandatos deberían ser senadores vitalicios. Lo he planteado porque conocí el caso de Venezuela que fue uno de los primeros países de América Latina que lo estableció constitucionalmente. A partir de ahí, los expresidentes venezolanos elegidos democráticamente ocuparon el cargo de senadores vitalicios. Esto ocurrió en el año 1961 por sugerencia de Rafael Caldera, durante lo que se denominó Pacto de Punto Fijo.
Los presidentes venezolanos que, luego de cumplir sus mandatos, pasaron a ser senadores vitalicios fueron: Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez, Luis Herrera Campins y Jaime Lusinchi.
Dicha figura constitucional duró hasta el 1999 cuando se produjo la llegada de Hugo Chávez al gobierno y se realizó una reforma constitucional que entre otras cosas eliminó al Senado.
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Algunos países de América, Europa y otras latitudes han aplicado dicha modalidad. Algunos la mantienen y otros la han dejado sin efecto. En nuestro país, a raíz de una de las reformas a la Constitución, sugerí ponerla en práctica. En ese entonces, alguien propuso también que los ex vicepresidentes podrían ser diputados vitalicios, que, en el caso de Venezuela no ocurría, ya que no existen vicepresidentes. Pero dicha propuesta no tuvo acogida por los actores políticos de la época.
Cuando escribí sobre esto, algunos argumentaron que no era necesario porque los expresidentes tenían partidos con senadores y diputados, y que sus conocimientos y sugerencias podrían ser transmitidos a través de ellos. Otros estudiosos entendieron que una disposición de esa naturaleza contribuiría a elevar el nivel de los debates y a darle más carácter a instituciones como el Senado de la República y la Cámara de Diputados. Particularmente me adhiero a ese pensamiento, pero además, porque sin lugar a dudas, tanto los ex presidentes y Vicepresidentes, contarían con el escenario del Congreso para participar, actuar y expresar sus experiencias. Participar directamente y mantenerse conectados directamente a la continuidad del Estado y a un órgano fundamental dentro del sistema democrático.
De establecerse una medida como esa, serían senadores vitalicios: Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina y al terminar su período, Luis Abinader. Y si se introduce la figura de los ex vicepresidentes, igualmente serían diputados vitalicios, Milagros Ortíz Bosch, Jaime David Fernández Mirabal, Rafael Alburquerque, Margarita Cedeño y próximamente Raquel Peña. En el caso venezolano se establecía, que si alguno de ellos volviera a gobernar, quedaría en receso frente al Congreso.
Ante cualquier suspicacia, aclaro que no propongo crear una carga más para el Estado, ya que podría establecerse de forma honorífica, ni tampoco una forma de protección especial para figuras públicas; si no, establecer espacios para quienes representaron a la nación desde la primera magistratura del Estado. Proyecto que muy bien podría ser promovido por el mismo Congreso, integrado en su mayoría por legisladores que de alguna manera fueron alentados por ellos.
Reitero que valdría la pena que este tema se tome en cuenta al margen de disputas o conflictos partidarios. En un período especial en que la nación requiere de mayor cohesión, fortaleza institucional y convivencia democrática. Y en el que, por demás, contamos con un presidente que propicia encuentros y acuerdo entre todos ellos.