Señales de mortificación

Señales de mortificación

Es frecuente que durante el preludio de ese período de transición muchas personas expresen inquietud con un miedo cerval por las corrientes de oír propagar el desaliento con noticias o ideas pesimista que se nos avecinan. En muy corto plazo. Esto se traduce en sugestiones que bien vista se puede leer de antemano como un inexplicable derrotismo con el efecto de un apaciguamiento.

Derrotismo ante que?….Apaciguamiento a que, o a quienes?

Esto son algunos de los interrogantes que se debe escrutar antes de uno asimilar el proceso de ambientización que transmiten ciertos sectores de nuestra comunidad, durante el período de transición. Que sin inhibiciones de especie alguna, se atreven exteriorizar su equivocada creencia de que la salvación de este país depende de que aparezca otro Trujillo. Es verdad que la gente que así habla, o era muy joven cuando Trujillo oprimía a este pueblo, o nunca estuvo lo suficientemente cerca de él para saber que genio del mal está invocando. La ignorancia puede llevarnos a la desgracia con tanta rapidez y fuerza como la maldad.

No podemos olvidar, que cada época tiene sus problemas típicos y también sus angustias características. La gente consideraba inminente el fin del mundo, hace quinientos años, aún se creía en las brujas y la hechicería. En el presente el espectro prevaleciente de los dominicanos está configurado por el temor y la incertidumbre, ocasionado por las divergencias de opiniones, en cuanto a si la política fiscal se orienta en un sentido o en otro, o si conviene o no descongestionar la administración pública del personal supernumerario que la abulta y le pesa como una piedra en su cuello financiero. Se discute si podemos valernos con nuestros propios recursos fiscales o si es indispensable continuar comando créditos. En fin, se hace imposible medir la intensidad de fuerza de choque que está penetrando en el ánimo colectivo de la población este ruido confuso, sordo y continuado.

Cara a cara con la situación señalada se me ocurre decir que existen dos Santo Domingo, el que figura mensualmente en el listado que pública la dirección la dirección general del Presupuesto y el Santo Domingo que se nos aparece en el despertar de cada día, inquieto y temeroso. Decir o que antecede es muy propio, porque ya hay exigencias que están en el ambiente que no solo parecen exageradas sino que podrían estar concebidas con el propósito de crear condiciones sociales, económicas y políticas de agravar la situación general del país.

Cuando en una sociedad los conflictos de intereses y las pasiones desbordadas afectan la convivencia civilizada y amenazan con conducir al caos generalizado, la sensatez deja de ser pauta de conducta; ojalá que la palabra admonitoria de monseñor Cardenal López Rodríguez, que pide mucha cabeza, mucha sensatez y mucho aplomo, puedan ser asimiladas para que realmente salgamos algún lado y nos ayude a superar la presente crisis.

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