El pasado miércoles 21 se celebró en el país el «Día del Poeta». No pudo haber un reconocimiento mayor a todos los poetas del mundo que el premio Nobel de Literatura se le otorgara a la poetisa norteamérica Louise Gluck, que en lo personal lo recibo con trépida alegría.
«Señor», así se titula la columna del buen amigo Tony Raful en el hermano periódico Listín Diario, fechada del 15 de septiembre de este año. Con Tony me unen lazos de muy larga data, desde nuestra adolescencia correteada en San Carlos hasta de orden familiar.
Me agrada cuando el bardo amigo se crece en los temas tratados con poesía. En ese artículo él menciona al prolífico vate José Othón, poeta y dramaturgo mexicano, el autor del poema «Idilio Salvaje», considerado uno de los poemas más representativos de México.
Raful cita en su columna que Othón le escribió al Señor: «Señor ¿para qué hiciste la memoria/la más tremenda de las obras tuyas? Mátala por piedad. Aunque destruyas /el pasado y la historia».
Señala Tony, que en esos versos: «Othón reivindica la anulación de la memoria, el nivel urticante de los recuerdos, los tormentos del alma suscritos en repetición trivial a un espacio de palabras y sentimientos».
Yo me declaro admirador de los poetas, solo ellos son capaces de sabiamente conectar cerebro y corazón, y de lograr esa unión como una cónyuge amorosa, esa que nos hace lograr ensoñación y la rezura felicidad, que a nosotros los profanos en poética, nos es muy difícil de alcanzar.
Al él tocar el tema de la memoria, en mi caso, dada mi condición de neurólogo me motivó, pues este es uno de los campos de mi interés profesional, de hecho tengo el gran honor de estar entre los asesores de la Asociación Dominicana de Alzheimer. Resulta muy doloroso un paciente sin memoria, es una dramática y terrible ordalía para sus seres queridos.
Uno de los principales objetivos de las Neurociencias es entender los mecanismos neuronales involucrados en la codificación de la memoria. La mayoría de los neurofisiólogos aceptamos que el aprendizaje es el proceso por medio del cual adquirimos nuevos conocimientos acerca de los eventos del mundo y la memoria se refiere a los procesos mediante los cuales retenemos y evocamos dichos conocimientos.
Para continuar, cito a Raful: «La liberación es el amor y la falta de amor es el infierno… El infierno es la memoria del pecado. Supérese esa tragedia, consciente de la práctica nociva de la agresión, de la explotación, del despojo, de la felonía, del crimen, de la alevosía, de la ambición desmedida, del hurto y de los vicios y saldrá del infierno en vocación ascendente hacia las alturas infinitas del amor, que repone lo sagrado, como ejercicio de convivencia humana de integración holística de la propia existencia».
Tony se hace la pregunta: «¿pero qué somos, donde queda el ser social sin la memoria?»
En el cerebro, sin perjuicio del tipo de memoria o su contenido, se ha sugerido que por su duración existen al menos dos tipos: memoria de corto y de largo plazo. William James, psicólogo norteamericano (1842-1910) fue quien distinguió entre una memoria que dura unas cuantas horas de otra que duraba días, semanas.
El poeta mexicano, pide que se le elimine la memoria, planteada así, la cuestión puede parecer un poco lóbrega, y vemos que no es difícil ver que es desconcertante esa petición. La memoria es un hecho familiar en nuestra existencia: pensamientos, expresiones, símbolos, gestos, acciones, en fin, nuestra memoria somos nosotros mismos, es la base del tejido de cada acción de la vida cotidiana. Por eso es que insisto que solo los poetas pueden metafóricamente lograrlo con su gran inteligencia.
Por esa numinosa complejidad cerebral que es la memoria, sabemos que estamos frente a un misterio tremendo y fascinante y para explicarlo, me auxilio de Tony, quien al finalizar su columna señaló: «Delimitar la diferencia entre conciencia trascedente y memoria, daría paso a la creación de una criatura envolvente de luz y eternidad.
En el universo no hay prisa todos los días se comienza de nuevo y se hace la luz». Ya lo dijo un grande de la poesía, el español Federico García Lorca: «La poesía no quiere adeptos, quiere amantes».