Señor Presidente

Señor Presidente

RAFAEL TORIBIO
Esta semana hace justamente un año que el 57% de los electores le otorgó un masivo respaldo en las urnas. Pero este abrumador apoyo, que le dio un holgado triunfo en la primera vuelta, estaba acompañado de una esperanza nacional transformada en la exigencia de un compromiso: recuperación de la estabilidad económica y del crecimiento económico, ejecución de políticas públicas que promovieran el desarrollo humano y que la decencia formara parte de la política.

Teniendo como telón de fondo los desastres económicos y políticos del gobierno anterior y el balance positivo de su gestión anterior, en esa amplia mayoría de votos, una parte fue a favor y otra en contra. Hipólito Mejía perdió porque el 57% votó en su contra, pero el triunfo de su candidatura no significa que esa mayoría es peledeísta, ni que le mantendrá un apoyo incondicional. Dependerá de que cumpla con las esperanzas puestas en su gestión, convertidas en expectativas, y exigibles como compromiso.

Aunque en el ejercicio desde el poder le faltan tres meses para cumplir el año, no debe parecer como descabellado hacer un balance, para señalar lo que se consideran aciertos y desaciertos respecto a las expectativas y al compromiso implícito en el apoyo masivo recibido, no como forma de simple crítica sino como contribución para que en lo que resta del período se realicen  las reorientaciones necesarias.

Un balance desapasionado de las ejecutorias del gobierno hasta el momento puede ser resumido de esta manera: aciertos en lo económico y desaciertos en lo político. La recuperación de la estabilidad económica y el inicio del crecimiento económico se han producido en muy poco tiempo y a niveles insospechados. En tan solo nueve meses se ha logrado reducir la inflación, estabilidad en la prima del dólar, disminución en la tasa de interés, todo esto a montos increíbles al inicio del gobierno, así como la recuperación de la confianza de agentes económicos internos y externos y la firma y cumplimiento de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. En lo económico, un gran éxito, que no es completo porque la crisis económica está controlada, pero no resuelta. Sin embargo, estamos en el camino de lograrlo.

En lo político el balance no es tan positivo como en lo económico. Los desaciertos mayores del gobierno han sido en los asuntos políticos. Ya en la transición, el nuevo gobierno asumió el costo político de un ajuste tributario que era responsabilidad del gobierno saliente. En los primeros decretos se nombra un Secretario de Estado para la construcción de un Metro, que no estaba entre las prioridades, y a personas en cargos importantes de la administración pública con juicios pendientes por acusaciones de corrupción. La posterior renuncia por el Estado a mantenerse como parte civil completa el mensaje negativo de esos nombramientos.

Pero lamentablemente hay más. El nombramiento generoso en número de Cónsules, Vicecónsules, Secretarios y Subsecretarios de Estado y Ayudantes Civiles atenta contra la racionalidad de la administración pública y en ocasiones violan disposiciones jurídicas y reglamentarias. La citación como testigo del ex Presidente Mejía y su posterior suspensión representa dos desaciertos: el primero fue la citación y el segundo su retiro. No debió realizarse lo primero para no tener que hacer lo segundo. A esto se agrega la reciente inversión de 25 millones de dólares por el Estado en la construcción de un hospital privado cuando en los públicos los pacientes mueren por falta de atención, y la reciente también denuncia de serias irregularidades en el mobiliario y decoración del edificio de la Suprema Corte de Justicia.

Me preocupa, Señor Presidente, que lo señalado como desaciertos en lo político no sean otra cosa que el resultado de la aceptación de un pragmatismo que aconseja decidir y realizar solo lo que sea conveniente en cada momento, renunciando a valores y principios, antes defendidos, que hacen esperar otros comportamientos. Igualmente preocupante es que sea por el reconocimiento de realidades que no deben ser ignoradas, pero no necesariamente aceptadas, o la claudicación frente al clientelismo que es demando desde todos los sectores, a veces de forma desaforada, empezando por militantes del propio partido.

Sé, señor Presidente, que en su primer mandato llegó al poder mediante un atajo que le impuso muchas limitaciones; que en ese primer ejercicio contrastó sus ideales con las duras realidades; que tuvo aciertos y fracasos, y que con su gran capacidad de reflexión sacó valiosas experiencias que de seguro tendrá muy presente en la actual gestión. No quisiera, sin embargo, que el éxito político lo logre por la renuncia a principios, la contemporización con aspiraciones y situaciones que deben ser rechazadas, o la aceptación de realidades condicionantes que no deben ser aceptadas.

Señor Presidente: pertenezco a una generación, y a una buena parte de la ciudadanía, que a pesar de todo se ha impuesto mantener las esperanzas, pero que en ocasiones tiene que hacerlo con pocas ilusiones. Gestiones muy diferentes a las prometidas y esperadas desde el Estado han provocado esa cierta desilusión. Esa generación y esa parte de la población, como también la solidez del sistema de partidos políticos, espera que esta vez no se nos defraude. Y todavía queda tiempo para evitarlo.

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