Cuando le comuniqué a un buen amigo mi intención de escribirle nuevamente, reaccionó de inmediato de forma airada, señalándome: ¿Y tú vas a continuar arando en el mar?  ¿Pero es que no te has dado cuenta que después de 48 años tratando el tema de la corrupción, la situación está peor cada día?

Debo reconocer que ese razonamiento me obligó a reflexionar de si realmente valía la pena continuar con el tema, llegando en un momento a darle la razón al amigo. Sin embargo, al enterarme de que usted, en una de sus recientes intervenciones, expresó, como muestra de su fidelidad al profesor Juan Bosch y obviamente a sus ideas, a su integridad y honradez probadas, que era él quien estaba gobernando el país, retomé la intención de escribirle públicamente en virtud de las actuaciones aberrantes, indignantes y merecedoras del repudio de la sociedad en su conjunto, de algunos de los funcionarios que dirigen importantes instituciones públicas nombrados por el Poder Ejecutivo que usted preside o, de acuerdo a su expresión, que preside el Profesor Bosch. Lo que verdaderamente me impactó es el contraste entre las actuaciones de esos funcionarios con el comportamiento exhibido por el inolvidable Profesor durante toda su vida, incluyendo el período que ocupó la primera magistratura de nuestra nación.

Señor Presidente, permítame, con todo el respeto que usted merece como persona y por su alta investidura, unirme a las voces que le han advertido sobre la situación imperante en nuestro país. Permítame advertirle, Señor Presidente, del desencanto existente entre la población hacia la clase política y las instituciones, derivado de los escándalos de corrupción en los que de forma sistemática aparecen involucrados algunos funcionarios, sin que no solo sean amonestados, sino en algunos casos premiados, corriendo el grave riesgo de que la gente, de una vez por todas, considere que las instituciones no sirven y se derrumbe todo ese andamiaje institucional que, mal que bien, existe en nuestro país.