¡Señor, Señor! ¿Nuestras faltas han sido tan graves?

¡Señor, Señor! ¿Nuestras faltas han sido tan graves?

Uno de los grandes placeres que Dios me ha concedido ha sido ver algunos de mis maestros en sus últimos años y compartir gratos recuerdos.

Dije maestros, mi generación tuvo maestros, capaces, consagrados, estudiosos, estudiados, perfectamente al día en los últimos adelantos científicos relacionados con su especialidad, respetuosos, respetados, educados, críticos, empeñados en que sus alumnos se enamoraran de los estudios, se empeñaran en saber, en estudiar, en aprender, para ello, el maestro era el héroe del curso,
El Maestro sabía cuánto sabía y sabía cuánto no sabía y de lo que no sabía estudiaba como un estudiante, para saber, para responder rápida y adecuadamente cualquier inquietud de los alumnos.

El Maestro se preocupaba por estar al día de los adelantos científicos para entender el mundo cambiante y dirigir sus alumnos hacia el estudio constante de la materia que impartía. Se empeñaba en la formación de un ciudadano con conocimientos universales, al tiempo de que no se descuidara con los conocimientos especializados.

Con cuánto placer conversaba con el Maestro Pedro Afortunado Vargas Castro, hombre del renacimiento con profundos conocimientos de matemáticas, física, música, filosofía, astronomía, fotografía. Para hacer más fácil el conocimiento de la geometría creó una competencia entre varones y hembras del tercer curso del bachillerato, en el cual uno de los piropeadores confesó su amor diciéndole a una joven “quisiera que nuestras vidas sean como dos líneas paralelas”, antes de que terminara la frase yo doblaba la esquina del aula mientras gritaba: “sí, que nunca se juntan”.
La clase de historia era un espectáculo, Ningún estudiante recuerda haber visto al Maestro Arcadio

Encarnación Cáceres Palmer repetir un traje durante todo el año escolar, además, su clase era una lección de historia comparada desde los inicios de la aparición del hombre en el espacio, el tiempo, la religión y la cultura.

Años después, mientras presidía una conferencia internacional contra el lavado de activos en las Islas Vírgenes un delegado del Caribe angloparlante me pregunto dónde aprendí inglés, le respondí orgulloso, en la escuela normal de Barahona.

Esos maestros estudiaban, investigaban, practicaban, buscaban, se mantenían al día en lo referente a las materias que impartían. Quizá alguien piense que exagero, que pinto una escuela ideal, pero hablo de mujeres y hombres dedicados, que se respetaban y respetaban a los demás, que daban cuenta a sus alumnos y a los padres de los alumnos, por la calidad de la enseñanza impartida.

¡Qué vergüenza! de 36,884 aspirantes a maestros en el último Concurso de Oposición, 25,405 reprobaron las evaluaciones, para 69 por ciento, según resultados dados a conocer por el Ministerio de Educación. Los participantes en el Concurso de Oposición son egresados de 22 universidades identificadas.
Señor, Señor, ¿nuestras fallas han sido tan graves?

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